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Regresando a la isla central en teleférico desde Lantau

Eso de que una ciudad sea futurista o al menos se le de esa apodo nunca me convenció. Lo sentía como un adjetivo impuesto y encasillado. Al fin y al cabo hay miles de ciudades modernas. Mis pasos viajeros me habían llevado a recorrer más de 6.500 kilómetros por casi toda China y el era el momento de cruzar a Hong Kong. El primer cambio que percibí fue la posibilidad de hablar fluidamente en inglés cuando hacía migraciones. Es que la compleja personalidad de esta ciudad debe algo a su pasado de colonia británica, aunque su verdadero carácter se forjó en las últimas décadas, tras la devolución del territorio en  1977.

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Hong Kong, lo más próximo a una ciudad futurista

Matías, mi amigo chileno, me había recomendado casi como un deber acercarme hasta el distrito de Kowloon, uno de los principales. Es que venir hasta acá y no alojarse en el emblemático Chun King Mansions, es como no haber pisado Hong Kong. Entre hombres de negocios, inmigrantes y viajeros con cara de asombro, alquilo una “habitación”, creo, la más cara que pagué en mi vida. Son 30 dólares por un espacio de 2 x 3 metros: y ahí entra el baño, la cama y un armario que cuelga de la pared. Por supuesto la ventana parece no entrar en el concepto arquitectónico de este edificio. Comencé a experimentar las diferencias de esta ciudad con el transcurso de los días. De caminar por Nathan Road acompañado por autos de lujo, por la avenida de las estrellas (homenaje a la industria de cine local) y la zona financiera, pasé a tomarme un ferry para llegar hasta la vecina isla de Lantau. Me cuesta entender que en tan poco tiempo esté caminando por senderos, playas y bosques o que un poco más al sur, en Po Lin, tenga como paisaje la estatua del Buda sentado Tian Tan, la más grande del mundo construida en bronce. Confirmo que Hong Kong es la ciudad de los contrastes cuando a los pocos días viajo a la bahía de Cheung Sha. Me recibe en silencio y con timidez el pintoresco pueblito de Tai O. Sus diminutas casas, todas de metal, se entrelazan por medio de muelles de madera. Y tal vez el mayor ruido sea el de las charlas de los pescadores mientras arreglan sus viejas redes. Regreso a la isla principal en un moderno teleférico que atraviesa una densa selva, algunas nubes de formas rebeldes, rascacielos y autopistas!

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Pintoresco pueblo de pescadores en Tai O.

Me falta completar una cara de este verdadero “Cubo Mágico” y es la ciudad vieja. Es acá donde tranvías de dos pisos van y vienen al ritmo de una ciudad que pareciera no parar nunca. Me detengo en un mercado y compro algunas frutas. Me siento en las escaleras de una casa antigua mientras pienso en la ciudad del futuro, o porque no, en la de los contrastes.

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Tranvía de dos pisos en la ciudad vieja

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Puesto callejeros de comida local. Lo mejor de la ciudad antigua.