Estaba por tomar el vuelo hacia Chengdu, China y entonces se me ocurrió un juego.
Quería ver cuantas cosas podía recordar en un minuto sobre Osaka, la última ciudad recorrida en Japón. Entonces apareció en mi mente cuando dormí dos noches en un tatami, en un hotel cápsula o en un cuarto compartido. El día que caminé por los jardines de un castillo. Cuando vi basura tirada, gente durmiendo en la calle o fumando en lugares públicos (algo que está prohibido). Recordé luces de neón, ciervos al lado de un semáforo y un canal con barcos. Oí los gritos y golpes de madera que provenían de una escuela de kendo. Recordé nombres de templos como el de Todaiji y Kofuku-Ji.
Escuché la música de unos bailarines nocturnos debajo de un puente y familias haciendo picnis en los parques. A un monje rezando en absoluta concentración, a Namba, la zona más turística de Osaka y a una pareja abrazándose sobre una pared con graffitis. Cuando ya no creía recordar más situaciones apareció Rubén, aquel peruano tocando el sikus en una estación de tren, el sabor del onigiri y okonomiaki.
Beeep… Sonó la alarma de la cuenta regresiva. Había pasado un minuto. Por los parlantes anunciaron que el vuelo MU 516 estaba listo. Mostré la tarjeta de embarque y me ubiqué en el asiento correspondiente. Saqué mi libreta de anotaciones y escribí: “La felicidad del viajero está compuesta por intensos minutos. Los del pasado, presente y los que vendrán”.
El hospedaje de una noche en la ciudad de Osaka fue cortesía de www.hostel64.com Gracias por la buena onda!
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Subí las escaleras del metro y allí estaba. Como buen japonés esperando a las ocho en punto de la mañana como habíamos quedado. Fue extraño abrazarnos. Tal vez porque no había dado un abrazo en serio desde que había empezado el viaje en el sur de Asia. Cuando fui a buscar la visa de Birmania en Bangkok todo indicaba que seria un día común. Mostrar el recibo, retirar el pasaporte y listo. Pero no. Algo increíble sucedió y no recuerdo bien quien habló primero, pero lo cierto es que con Iván, Sofía y Mey (los argentinos con quien compartía el viaje en esos días) terminamos haciendo una selfie con Takatoshi y su novia Hisa en la calle de la embajada. Él habla muy bien español y ella, además de hablar portugués, le gusta bailar salsa. Japoneses con sabor latino! Faltaban más de tres meses para que llegara a Kyoto y que alguien que no te conoce te diga: “Mi casa es tu casa” fue una sensación tan extraña como formidable.
Takatoshi me enseñó mucho más que mostrarme las calles de la ciudad donde vive. Me enseñó algunas palabras en japonés, que con enorme paciencia las repetía una y otra vez, me llevó a comer a lugares donde no van los turistas, a entrar a un onzen (aguas termales) exclusivo para japoneses y a preparar Okonomiyaki. Con él aprendí la diferencia entre una geisha, maiko y geiko, o a entender los templos y shrines (santuarios) de otra manera. Pero lo más importante es que descubrí a un amigo. Viajando uno conoce a muchísimas personas, pero de ahí a formar una amistad hay una gran diferencia.
Una mañana mientras desayunábamos escuchando la música de la película Tonari no Totoro dijo. Tengo un plan para vos, buscá tus libros y postales que nos vamos a un lugar especial. Con Hisa ya tenían todo planeado. Ayudarme a vender mis fotos por las calles de Kyoto. ¿Qué mejor lugar que Gion-Shijo, sí, justo donde el puente mira hacia el río Kamogawa? Sacaron varias hojas y en japonés escribieron mensajes para la gente. Uno decía algo así como Esteban, argentino dando la vuelta al mundo. La primer hora no paró ni uno a mirar las cosas. Pero él decía, tranquilo, tranquilo, ya van a venir. Tal vez fue un hechizo del personaje Tengu, pero lo cierto es que todo lo que había llevado para vender desapareció en los siguientes cincuenta minutos. No lo podía creer y ellos estaban tan felices como yo.
Antes de viajar a Hiroshima, Hisa fue a dormir a la casa de su novio. Algo que no es común para muchos de la sociedad. Pero ella quería estar presente el último día. De su mochila sacó una bolsita y me regaló onigiris caseros, unos snacks muy tentadores para el viaje. Después compraron un vino y juntos festejamos nuestro reencuentro en Asia.
Dejé su casa de Kyoto en puntas de pie. Eran las 5 am y por más que me lo habían pedido no quise despertarlos. Cerré despacio la puerta y en compañía del amanecer salí a la calle. Había caminado una cuadra cuando escuché, Esteban, Esteban! Y ahí estaban los dos en piyama en el balcón gritando, agitando sus manos y deseándome buen viaje. Que un japonés (mejor dicho dos) estén a los gritos a esa hora del día fue algo que jamás volveré a ver.
Nos conocimos en Tailandia. Nos hicimos amigos en Japón. Todo puede suceder en el mundo de los viajes y seguramente nos reencontremos en Argentina cuando ellos recorran Sudamérica en 2016. Me costó mucho dejar Kyoto. Y ahora, viendo las cosas a la distancia puedo decir que nunca imaginé todo lo que podía pasar por sacarnos una foto en la calle.
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Viste cuando ponés modo mute (en silencio) tu celu o la TV, bueno así me sentí ni bien pisé Tokyo. Perdón pero no es que estaba viajando por Asia, me pregunto. ¿Dónde quedó el caos de una ciudad como Manila o Bangkok, las bocinas, los gritos, la gente apurada, el tráfico que no avanza, el tren que sale con retraso, etc? ¿En qué continente estoy?
Mi chip viajero o mejor dicho esa lucecita azul del GPS parpadea indicando que acabo de salir de Nakano Station, el barrio donde me hospedará Terry, un profesor de Londres que da clases en varias universidad de acá.
Hace solo 3 días que recorro de distintas maneras la ciudad y no puedo salir de mi asombro. Primero fue en bici, unos 20 km alrededor del centro de Tokyo. Después fue a pie (uf, nunca había caminado tanto en un día!) calculo unos 12 km hasta el Palacio Imperial, el Castillo Edo-Jo y el magnífico templo Senso-Ji. Hoy en tren y metro hacia Meguro (donde expondré mis fotos del mundo en “Café y Libros“). Todo es perfecto, todo es silencio, todo es orden, limpieza, respeto…casi casi como IRREAL. Si tuviera que definir en estos pocos días que estoy a Tokyo diría que llegué a una GRAN MAQUETA. Ah, pero eso no quiere decir que le falte vida o magia. Todo lo contrario. En ese post te comparto algunas imágenes que fui encontrando por esta impresionante ciudad.
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