Durante tantos años de viajes, las anécdotas se multiplican en los distintos rincones del mapa. Escribirlas es una manera de homenajear a algunas de las tantas personas que forman parte de mi vida viajera. Cada uno con su gesto me ayudó a comprender que la amistad o solidaridad está latente, más allá de las culturas, de las religiones o del país en el que se esté viajando.
Y entre esas aventuras están: El día que fui invitado a un casamiento en la campiña de Polonia. Cuándo jugué al fútbol a los pies de las pirámides de Egipto. Esquiando gratis en Sierra Nevada, España, antes del campeonato mundial. Cuando fui operado por un argentino en Israel. El día que me regalaron un CD de Piazzolla en Perú. El día que recibí un sobre con entradas gratis para ir a ver partidos de tenis en Roland Garros, Francia.
Polonia: Corría el año 1993 y viajaba desde San Petersburgo, Rusia hacia Polonia. Un tren con demora es la causa de un encuentro inesperado. Siendo la tarde de un frío día de enero el tren llega con algunas horas de retraso a la ciudad de Suwalki. Cuando averiguo por la próxima conexión, entre señas, códigos y dibujos, ya que no hablo nada de polaco, logro entender que tengo una espera de más de 12 horas! Resignado me siento en un banco de madera, sin comida, a la espera de algo que parece muy lejano. Una chica rubia de ojos verdes entra a la sala de espera, compra unos tickets en la ventanilla y mientras se retira nuestras miradas se cruzan. A los pocos segundos regresa y me dice en inglés: “No trains until tomorrow, come with us”
Salgo con ella y me subo al auto de su familia, sin saber hacia donde me dirijo. Después de un poco más de una hora de viaje, llegamos a su casa de campo donde los preparativos para algún tipo de evento importante están a pleno. No entiendo lo que sucede hasta que Anna se acerca y me comenta que seré el invitado especial para su casamiento de mañana. Un primo me presta un traje y estoy a tono con el evento. Disfruto allí de tres días mágicos hasta que los recién casados parten en su luna de miel por Sudamérica. Tengo 23 años y esta anécdota de viaje por Europa fue una de las tantas situaciones pocas comunes que me sucedieron en mis 20 años de viajes por el mundo.
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