» Medio Oriente http://unviajerocurioso.com Fri, 08 Nov 2013 05:15:58 +0000 en hourly 1 http://wordpress.com/ http://0.gravatar.com/blavatar/6dcd1ef27de5abfc08a3d264d4bb717b?s=96&d=http%3A%2F%2Fs2.wp.com%2Fi%2Fbuttonw-com.png » Medio Oriente http://unviajerocurioso.com Escribiendo “Un Viajero Curioso”, mi primer libro http://unviajerocurioso.com/2013/11/07/escribiendo-un-viajero-curioso-mi-primer-libro/ http://unviajerocurioso.com/2013/11/07/escribiendo-un-viajero-curioso-mi-primer-libro/#comments Thu, 07 Nov 2013 10:49:17 +0000 http://unviajerocurioso.com/?p=1500 ]]> escribiendo un libro

Fotos del mundo por Esteban Mazzoncini

Hace poco, viajando en subte por Buenos Aires, intentaba repasar los capítulos escritos del libro antes de comenzar con el diseño y la impresión. Me distraje cuando un pasajero de rasgos asiáticos entró a mi vagón. Su presencia hizo que empezara a recordar personas, instantes, situaciones y cientos de imágenes se hicieron presentes. Me transporté a la casa de Kaul, un pintor hindú que me enseñó a ser paciente en Jaisalmer en una situación complicada, sentí los dulces besos de Mary, mi compañera de aventuras en Katmandú, Nepal, a escondidas en un templo, al chofer de bus en Mónaco, cuando me pagó el viaje el día que llegué a la ciudad y no tenía dinero en efectivo, a la pareja que me compró comida viajando en tren a Praga, República Checa, a Daniela y Gustavo, una pareja de uruguayos que me prestaron su bicicleta para recorrer Helsinki, Finlandia, al pescador que cocinó trucha fresca para mi hermano, Gabriel (un suizo) y yo, en el Lago Titicaca, Bolivia, a las charlas desprendidas con Ema, la dueña de unos pasteles deliciosos en un barcito de Cartagena, a Fred, un marinero borracho que me llevó en su embarcación desde Honduras hasta Belice, con una prostituta a escondidas.

Las imágenes eran tantas que me costaba procesarlas. Me sentía en una especie de cápsula en el pasado y aislado de toda realidad. Yo estaba viajando (en subte) dentro de otro viaje. Así recordé a Charly y Carolina, con quienes forjé un hermoso vínculo compartiendo días de playas por Tailandia y al llegar a Buenos Aires continuaríamos con esa amistad, a la farmacéutica que me atendió en New York cuando me agarré pulgas a las tres de la madrugada, a Emiliano, un brasileño de Recife, que me enseñó a usar Couchsurfing en Damasco, Siria, en tiempos de paz, a mi primo Carlos, cuando me hospedó dos meses en su casa de Miami, al fotógrafo afgano de “Aina Photo”, una fundación de National Geographic, que me permitió ser su compañero de notas por Kabul, a Rafael, por mostrarme la noche cultural en Lapa, Río de Janeiro, a Carlos, cuando me dio un paseo en su auto deportivo por Medellín. ¿En un auto deportivo? ¿Eso fue real o lo soñé? ¿En cuántos medios de transporte había viajado en todo este tiempo? Llegué a la conclusión que en los más variados: andando a camello, en moto, en veleros, en avionetas, arriba de tractores o autos destartalados, en camiones con animales, subtes de primera generación, botes de maderas,  balsas, en elefantes o en globo aerostático. La lista continúa…

Repasaba mis recuerdos uniendo continentes, yendo de un pueblo a una ciudad cosmopolita, o de un refugio de montaña a una isla perdida en el mar. Entonces vi con claridad a Anna y Rolly, cuando llegaron desde Micronesia para hospedarse en mi casa por primera vez, al matrimonio (que nunca supe sus nombres) cuando me levantaron en la ruta del desierto de Judea, Israel, con casi 40º de calor, al campesino cubano de Viñales, cuando me permitió refugiarme en la galería de su casa bajo una lluvia torrencial o a Alejandro, por recibirme en Valencia, España, cuando me iniciaba en mis viajes y para mí, el mundo, no era más que una gran ventana abierta (para siempre)

Volví a la realidad cuando la marea de gente comenzó a empujarme para descender en la estación terminal. Como en una película proyectada a máxima velocidad (pero al revés) había viajado en el tiempo, incluso, había traído recuerdos a mi mente que creía tener olvidados. Al pasajero chino, supongo que era de allá, lo fui perdiendo de vista lentamente mientras cruzaba la avenida. A mis recuerdos viajeros también.

Podrás leer todas las historias completas de este blog en el libro “Un Viajero Curioso” que en breve publicaré.

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En Irak, las tortugas también vuelan http://unviajerocurioso.com/2013/08/17/en-irak-las-tortugas-tambien-vuelan/ http://unviajerocurioso.com/2013/08/17/en-irak-las-tortugas-tambien-vuelan/#comments Sat, 17 Aug 2013 18:58:47 +0000 http://unviajerocurioso.com/?p=1080 ]]> _MG_4226

Mágnifica mezquita ubicada en el centro de Erbil, Kurdistán Irakí

Viajar por Medio Oriente puede resultar interesante y aun más, cuando uno se propone descubrir la otra cara de Irak. El que no sale en los medios. La idea es atravesar el sur de Turquía e ingresar al país por el norte, lo que se conoce como Kurdistán Iraki. Los kurdos son un pueblo de 12 millones de personas que no tiene fronteras propias en el atlas, sino que se esparcen entre las de Irak, Irán y Turquía. Silopi es un pequeño pueblo turco con gran movimiento. Lógico de entender, ya que está a tan solo diez kilómetros de la frontera con Irak. Hasta el mismo cartel de “Bienvenidos a la Región Autónoma del Kurdistán Iraki” llego haciendo dedo en un camión tan antiguo como la historia del país que tengo a mis pies. Mi mente viaja más allá del visado que pretendo obtener. Imagino distintos paisajes, rostros o pueblos aun no recorridos cuando una voz ronca grita mi nombre. “Tiene mapa de Kurdistán?” a lo que respondo con un breve si en persa mientras mi corazón empieza a latir aceleradamente. La segunda pregunta es si me gusta el fútbol. Después de  ese breve interrogatorio el sello con permiso para diez días está otorgado. Un viento fresco me empuja para seguir avanzando. Pero toda mi adrenalina por seguir haciendo dedo se me escapa entre las manos cuando me obligan a tomar un moderno taxi Toyota, único medio de transporte ya que acá no hay transporte público.

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Por las modernas calles de Duhok

Llegamos a la capital cuando son la siete de la tarde y la ciudad se sumerge en una oscuridad total. Sus calles vacías con los negocios cerrados se asemejan a un sitio abandonado. Guía en mano encuentro el Hotel Kandeel. La recepción está llena de pósters de jugadores de fútbol de Europa y en el medio, una imagen de La Meca, Arabia Saudita. Mi habitación tiene el privilegio de mirar hacia la ciudadela antigua. Me despierto a la madrugada con las oraciones de Allah y no tengo más opción que resignarme a levantar. Salgo en busca del mercado, lugar ideal para hacer amigos locales y tomar un desayuno digno. Puedo comprobar por mi mismo lo seguro y tranquilo que es caminar entre la gente. Mi camiseta de Argentina y dos cámaras de fotos colgando obviamente no pasan desapercibidas. El mercado de Barghan es una mezcla de objetos robados, encontrados o regalados vaya a saber por quienes. Mientras camino un vendedor de alfombras me grita algo desde la vereda de enfrente. Hago gestos de no entender y me muestra una taza de te. Minutos más  tarde estoy  rodeado de varios irakies curiosos observando como tomo esta simple infusión. Algunos me ofrecen dulces, otros una sonrisa. Los más extrovertidos me piden una foto. Sigo mi recorrido por una avenida impecable donde las 4 x 4 juegan a hacer desfiles improvisados. Me llama mucho la atención la cantidad de autos y camionetas último modelo. Sin lugar a dudas esta fue la primera impresión del otro Irak. El ajeno a las bombas y secuestros. Todo está en vías de construcción y desarrollo por primera vez en años. Al final de la avenida se levanta una de las mezquitas más hermosas de la ciudad al mejor estilo de Dubai.

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Retrato de un local en las montañas del kurdistán irakí

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Vista de la impresionante Hamilton Road, que conduce hasta Irán

Salgo nuevamente a la ruta y miro al infinito. Las montañas del Kurdistán me acompañan en un camino bastante tranquilo. Escasos minutos más tarde una familia detiene su auto y ofrece llevarme hasta Rawanduz, mi próximo destino. Allí aprovecho para recorrer la zona rural. El alma del pueblo irakí Me resulta fácil hacer amistades con la gente pues los turistas rara vez llegan hasta estos lugares. Un poco en inglés, en persa o en árabe, el cual estudié unos meses, me ayudan a comprender su estilo de vida. Mientras recorro la famosa Hamilton Road soy detenido por los Peshmerga, policía local para registrar mi pasaporte.  Como siempre Maradona y Messi son el puente que une al decir I am from Argentina.

Mientras espero algún taxi o camión para seguir a dedo los policías se acercan y me invitan a comer. “Usted es nuestro huésped”, repiten una y otra vez. Tardo unas dos horas en recorrer los 23 kilómetros que me separan hasta el pueblo de Amadiye. La ruta en forma de espiral está rodeada por montañas que rara vez salen en los noticieros. Este paisaje es el escenario donde se rodó la película kurda “Las tortugas también vuelan”, donde un grupo de niños se ganan la vida  vendiendo minas antipersonales a la ONU que ellos mismos extraen y consideran buena noticia la llegada de las tropas americanas a Irak para liberarlos del régimen de Sadam Hussein. Nuevamente soy detenido, pero no por la policía, sino por una familia que solo busca brindarme su hospitalidad. Y allí me quedo varios días hasta seguir nuevamente mi viaje por Irak.

Para continuar leyendo la historia completa de este destino podrás comprar el libro “Crónicas de Un Viajero Curioso” que en breve publicaré!

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Líbano después de los conflictos bélicos http://unviajerocurioso.com/2013/08/17/libano-despues-de-los-conflictos-belicos/ http://unviajerocurioso.com/2013/08/17/libano-despues-de-los-conflictos-belicos/#comments Sat, 17 Aug 2013 16:15:39 +0000 http://unviajerocurioso.com/?p=1059 ]]> Llego al Líbano dos meses después de la guerra con Israel. Tengo la intención de fotografiar las distintas realidades del país, en especial, recorrer Sadikkine, el pueblo más bombardeado por su país vecino. Luego de tramitar la visa en Damasco, Siria tomo el bus a Beirut. Alcanzo la capital en una soledad absoluta cuando el reloj marca las tres de la madrugada. Después de varios regateos con Imad, mi taxista de turno me conduce hasta el viejo Hotel Mhanna. Hasta los años 70, Líbano era el centro financiero de oriente próximo .Por tal razón se la llamó la “París de Oriente”. Dicha abundancia monetaria fue fragmentada por el terrible enfrentamiento civil entre libaneses entre los años 1975-1980 que destruyó un equilibrio político ejemplar. Le siguieron otros conflictos como la invasión de Israel en 1982 donde recién en el año 2000, Israel retiró en forma total sus tropas.

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Tarde de diversión por las calles de Trípoli

Vida nocturna en la area moderna de Beirut, Libano

Vista de la Plaza de los Mártires, en el centro de Beirut

Ubicada en el mismo centro de la costa libanesa mediterránea, Beirut refleja todo tipo de contrastes: edificaciones de exquisita arquitectura conviven con grotescas masas de cemento; casas tradicionales rodeadas de jardines perfumados de jazmín sobreviven, empequeñecidas, a la sombra de modernos edificios. Viejos y sinuosos callejones nacen de anchas avenidas; y ostentosos automóviles modernos compiten en la calle con carros de vendedores. Mi hotel es un buen punto de partida para salir a recorrer la gruta de las Palomas que constituye la atracción natural más famosa de la capital. También aprovecho para pasear por el Corniche, el sendero que bordea la costa y probar varios platos que sirven los vendedores ambulantes. Más tarde me familiarizo con una visita al distrito central de Beirutconocido como Downtown, el cual me permite hacerme una idea aproximada de lo que esta población sufrió durante la guerra. Algunos sectores de esta zona se están restaurando, otras han sido derribadas  o convertidas en un paisaje apocalíptico de proyectiles estallados. La plaza de los Mártires, en el centro del distrito, nuclea un sinfín de modernos cafés, galerías de artes y negocios de ropa al mejor estilo europeo. La mezquita Al-Omari, también denominada la Gran Mezquita, es uno de los escasos edificios históricos que se conservan.   Un dato curioso: originalmente construida como iglesia de los cruzados en la época bizantina, fue convertida en mezquita en 1291.

Atardecer en el pueblo mediterraneo de Byblos, Libano

Atardecer en el pueblo mediterraneo de Byblos

Por un artículo leído en un diario porteño de Buenos Aires, tengo entendido que en la frontera con Israel, precisamente en Sadikkine, vive o vivía (si es que sobrevivió a la guerra con Israel), una familia argentina. Son los Balhas. Deseo encontrarme con ellos para que me cuenten en primera persona como han sido los bombardeos en una de las regiones más castigadas del país. Después de hacer una breve parada a la famosa ciudad de Tyre intento continuar hasta Sadikkine. Pero llegar hasta allí no es tarea fácil. Tras algunas horas de espera haciendo dedo en la ruta, combinado con un bus local y dos taxis logro alcanzar el pueblo. Aquí se nota un clima diferente. Hay tensión. A tan solo trece kilómetros se encuentra la frontera Israelí. Asimismo es uno de los pueblos con mayor presencia del Movimiento de Resistencia Islámico, Hezbollah. Me registro en un puesto militar donde me ayudan a buscar a la familia argentina. Después de recorrer algunas casas, las únicas que quedaron en pie, logro dar con la familia. Sin darme cuenta estoy hablando en perfecto castellano con Alejandro y Carlos. Sus historias desgarradoras me transportan en el tiempo. Mientras los escucho desde la terraza de la casa de su madre observo su pueblo totalmente destruido incluyendo sus propias casas. “Tuvimos que dejar todo y refugiarnos en Tiro a varios kilómetros de acá sin imaginar que allí también habría ataques y escondernos en la distante ciudad de Saida”. “Fue muy duro regresar al finalizar la guerra y ver nuestro pueblo totalmente devastado. Aun hoy, varios meses después no tienen agua y las excavadoras continúan levantando los escombros, cuenta Rosa Balhas, madre de cinco hijos quien dejó Lomas del Mirador hace  más de treinta años.

Vista general del pueblo bombardeado de Sadikkine

Vista general del pueblo bombardeado de Sadikkine

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La familia Balhas sostiene la bandera argentina sobre los escombros de lo que fue su casa en Sadikkine.

 

Después de compartir durante varios días sus tristezas y sus esperanzas, regreso a la ruta. La  misma me llevará hacia el norte para conocer Byblos, una ciudad milenaria que fue invadida por los persas, romanos y por el propio Alejandro Magno. Pero esos conflictos son más lejanos que los que acabo de vivenciar. Voy en busca de una imagen distinta de lo que la guerra me mostró.

Para continuar leyendo la historia completa de este destino podrás comprar el libro “Crónicas de Un Viajero Curioso” que en breve publicaré!

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http://unviajerocurioso.com/2013/08/17/libano-despues-de-los-conflictos-belicos/feed/ 0 Puerto de Tiro estebanmazzoncini Tripoli (3) Vida nocturna en la area moderna de Beirut, Libano Atardecer en el pueblo mediterraneo de Byblos, Libano Vista general del pueblo bombardeado de Sadikkine Sadikkine (9) fin-cabezal.jpg
Siria, entre nómades y pueblos históricos http://unviajerocurioso.com/2013/08/09/siria-entre-nomades-y-pueblos-historicos/ http://unviajerocurioso.com/2013/08/09/siria-entre-nomades-y-pueblos-historicos/#comments Fri, 09 Aug 2013 15:50:58 +0000 http://unviajerocurioso.wordpress.com/?p=889 ]]> Después de recorrer unos días Jordania comienzo el viaje hacia Damasco, Siria, una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo. Comparto el  taxi con Mahmed un comerciante de Irán y Abeeku un ingeniero de Angola. Nuestro chofer parece estar un poco apurado y esquiva los autos como si se tratara de un video juego. Tan solo tres horas nos separan hasta la capital aunque estamos por romper un nuevo récord. Una frenada inesperada me hacer reaccionar y dejo de tomar fotografías del paisaje. Nuestro conductor se baja, estira su alfombra en el piso y comienza a rezar en dirección a La Meca. Mis compañeros de ruta observan mientras fuman unos cigarrillos. Yo me dedico a disfrutar del atardecer. Llegar a Damasco es como caminar por un tramo de la historia antigua. Me corre un escalofrío de pensar que por estas tierras pasaron griegos, romanos, persas, mongoles y egipcios dejaron su huella, en especial en la arquitectura. Guía en mano encuentro un pequeño hotel en el casco viejo de la ciudad, lugar ideal para recorrer sus atracciones principales. Si bien es de noche salgo en busca de un tentador shwarma, un de los platos típicos de esta región que consiste en pequeños trozos de carne envuelto en pan. Una delicia que se originó en el año 1200 DC y en principio, era alimento para los pobres.

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Un local de ropa para mujeres en Damasco

Por la mañana camino hasta  la puerta norte de la Mezquita de Umayyad la mejor conservada. Me sorprende su enorme patio principal con sus altos minaretes.  Al entrar me descalzo y el frío de las baldosas me hacen recordar que aquí se encuentran los restos de San Juan el Bautista,  el sultán Saladino y el sepulcro de Husein bin Ali, nieto del profeta Mahoma. A unos pocos metros de allí se encuentra el mercado Hamidiyya, unos de los más grandes de Medio Oriente. Me dejo perder entre sus callejuelas de adoquines mientras recorro sus puestos de artesanías,  joyerías y  tiendas de velos. Me llama la atención su bóveda de hierro llena de agujeros. Un vendedor de dulces parece leer mi pensamiento y me cuenta que los mismos son producto de las balas de las ametralladoras de los franceses durante la rebelión nacionalista de Siria en 1925. Más adelante me detengo en una vidriera  donde la variedad de postres y dulces son una verdadera tentación. Me decido por uno de banana bañado en chocolate.

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Vista de la ciudad de Palmira

Después de tramitar la visa de Irán, mi próximo destino, emprendo el viaje hacia hacia Palmyra. Ubicada en medio del desierto, la ciudad respira calma. Alquilo una bicicleta junto a Paúl, un chico ruso que conocí en la estación terminal. Mientras pedaleamos hacia el Templo de Bel, uno de los mejores conservados, me cuenta que está entrenando para el próximo rally Paris-Dakar que se correrá en Sudamérica. Nos dejamos perder entre el complejo y llegamos hasta la parte posterior del templo. Desde ahí el escenario cambia por completo y solo se ve un inmenso oasis. Una moto tan antigua como sus ruinas aparece desde un camino polvoriento. Nos grita al-hamdu lillah, en árabe, un típico saludo de bienvenida. Lo saludamos mientras se pierde entre las palmeras. Seguimos recorriendo la antigua ciudad nabatea y llegamos hasta la imponente avenida principal (Decumanus) con su Arco al frente. Cientos de columnas nos reciben y nos invitan a continuar hasta descubrir el Teatro Romano. El calor empieza a sentirse y decidimos hacer un descanso. Cho, una turista japonesa se nos une también mientras compartimos unas frutas. Más tarde dejamos las bicis y salimos a caminar por el desierto en medio del Valle de las Tumbas. Después de dos horas llegamos al castillo árabe de Palmira. Desde allí contemplamos la puesta del sol con el complejo de fondo. Mi próximo destino es llegar hasta Deir ez-Zur para conocer el famoso Río Eufrates. El bus continúa atravesando zonas desérticas. Por los parlantes suena a todo volumen música árabe. Es Farid Al Atrash, uno de los músicos más famosos del país. Desde mi ventanilla veo un cartel que indica Irak, 120 kilómetros. Me corre una especie de adrenalina y escalofrío al mismo tiempo saber que en unos días estaré en el Kurdistán Iraki.

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Zona rural en Palmira

En vano intento dormir un rato. Sigo mirando hacia fuera como si quisiera descubrir algo en medio de la nada. Unos puntitos blancos aparecen a lo lejos y me quedo pensando. Me levanto como un resorte y le pido al conductor que se detenga. Se niega rotundamente a dejarme solo con una mochila en medio de la nada. Insisto y le prometo cuidarme. Antes de bajarme me regala unas galletitas y una botella con agua. Durante mucho tiempo tuve  la idea de conocer a los beduinos o nómades árabes de esta región. Cargo mis cosas y comienzo a internarme en la soledad absoluta. Un cielo azul y el viento tibio son mi única compañía. Mientras avanzo me acuerdo de los consejos de un viejo amigo. Coloco una bolsita de te en mi vaso térmico. Al acercarme a sus tiendas una niña de unos 15 años me mira desorientada mientras intenta calmar a sus perros enfurecidos. Con toda naturalidad le pido agua caliente para mi te. Una vez más saco a relucir mis estudios básicos de árabes. Para ganarme su confianza abro mi guía y le muestro algunas fotos familiares que llevo. Uno de los niños me pregunta por esa tela que cuelga de mi bolso. Es la bandera de mi país, le explico, y la extiendo para que la vea mejor. A lo largo escrito en árabe, turco y persa  se lee “Viajando por Medio Oriente”. Les cuento de mi itinerario, pero ellos, solo parecen estar interesados en mi religión, situación amorosa y laboral. Les cuesta comprender que viaje solo desde tan lejos. La madre me acerca una bandeja con frutos secos, hummus (pasta de garbanzos), crema de queso de cabra, aceitunas y mi vaso con el te. Un banquete digno para un rey.

A unos metros, la abuela sigue cociendo telas decorativas para la carpa, ajena a esta nueva circunstancia. Me quedo varios días con ellos compartiendo sus costumbres y colaborando con las tareas cotidianas. Una vez más me siento reconfortado por la hospitalidad de los árabes. Regreso a la ruta principal. Después de caminar un par de kilómetros un taxista se detiene a mi lado. Me pide un par de dólares para llevarme hasta mi destino. Insisto en que estoy haciendo dedo y finalmente me lleva gratis. Carros, bocinas, gritos de vendedores que provienen del mercado me reciben en Deir ez-Zur a pesar de ser una ciudad pequeña. Compro una bolsita con pistacho al pasar por una esquina y averiguo por el famoso río. A medida que me alejo los ruidos desaparecen. Un puente de hierro atraviesa el Éufrates. Al otro lado de la costa un puesto lleno de mesitas con sombrillas ofrece te caliente. Me relajo, saco un papel y dibujo mi próximo rumbo. No muy lejos de allí una pareja se hace fotos del día de su boda. Me pregunto si este lugar les significará tanto a ellos como para mí. No lo se, aunque si estoy seguro de unir el resto de mis expectativas cuando llegue al Tigris en Irak.

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Nómades del desierto

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Nómades en tareas cotidianas

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Con el jefe de la familia nómade que me alojó varios días

Para continuar leyendo la historia completa de este destino podrás comprar el libro “Crónicas de Un Viajero Curioso” que en breve publicaré!

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