Dejé Cuenca antes de lo previsto. No se si fue la expectativa que tenía o los comentarios recibidos por otros viajeros. Lo cierto es que caminar por un ciudad colonial con bocinazos, gente con traje que camina apurada a su oficina y muchos turistas, me convencieron que estaba en el lugar equivocado.
Pero, qué es lo que nos lleva a estar a gusto en un lugar? El compañero de viaje, el paisaje, la comida distinta…? Tal vez una combinación de todas estas y otras más. Basta, me dije al segundo día de estar acá. Me voy a recorrer la costa.
Estoy descalzo sintiendo la arena de la playa de Montañita, un lugar que es ícono en las costas de Ecuador. El sol está a punto de esconderse en el horizonte. Vendedores ambulantes caminan de acá para allá ofreciendo, helados, ensaladas de frutas o juguetes. A mi lado se detiene un turista, le dice algo a su esposa en un idioma desconocido que me resulta atractivo. Cuando está por sacarle una foto a ella me ofrezco para que ambos tengan un recuerdo del lugar.
Oana y Mugur son oriundos de Bucarest, Rumania, pero hace más de once años que viven en Michigan. Llegaron a Ecuador hace unos días con la intención de mudarse a esta parte del mundo en busca de una nueva vida. Compartimos un jugo en un bar cercano y la charla se extiende hasta la noche. A nuestros hijos adolescentes les cuesta la idea de venir a Ecuador, allá tienen su vida armada dice Oana, mientras su mirada se pierde como queriendo encontrar la mejor respuesta. Montañita está ubicada a 200 kilómetros de Guayaquil y es el lugar ideal para practicar surf con olas que llegan a los tres metros. Cuando el alumbrado hizo presencia en esta zona y algunos buenos hoteles se construyeron el boom turístico estalló.
Caminar por sus calles de arena mientras se escucha reggae y los artesanos arman sus puestos es una buena opción. Pero si sos de los que buscan un lugar tranquilo tal vez el alto volumen de la música de un bar nocturno y los compañeros de cuarto que entran y salen a cualquier hora de la noche te jueguen una mala pasada.
Buen día Esteban, me grita Mugur desde el hotel de enfrente al que estoy. Es que así de informal es este lugar! En unos minutos salimos en auto a recorrer la isla de Salango, Puerto López y otros destinos cercanos. Venís? Mientras vamos bordeando la costa nos damos cuenta que la lengua rumana tiene muchas palabras similares al castellano y los tres nos divertimos buscando coincidencias fonéticas.
Está nublado, ventoso y no es el día perfecto para ir a la playa. Sin embargo aprovechamos para ir a ver a las ballenas desde Salango, probar licuados de frutas, y caminar por Los Frailes, una playa virgen que se encuentra en el Parque Nacional Machalilla. Después de pasear en bicicleta por cada rincón de Montañita y sus alrededores dejé esta parte de la costa con un poco de melancolía. Me había encariñado de los rumanos y sus historias viajeras, de la buena gastronomía, de los amaneceres tranquilos mientras todo el pueblo dormía después de una noche agitada de alcohol. Pero así son los viajes, así son los destinos. Lo que no encontré en Cuenca lo tuve en el lugar menos esperado.