Estaba por tomar el vuelo hacia Chengdu, China y entonces se me ocurrió un juego.
Quería ver cuantas cosas podía recordar en un minuto sobre Osaka, la última ciudad recorrida en Japón. Entonces apareció en mi mente cuando dormí dos noches en un tatami, en un hotel cápsula o en un cuarto compartido. El día que caminé por los jardines de un castillo. Cuando vi basura tirada, gente durmiendo en la calle o fumando en lugares públicos (algo que está prohibido). Recordé luces de neón, ciervos al lado de un semáforo y un canal con barcos. Oí los gritos y golpes de madera que provenían de una escuela de kendo. Recordé nombres de templos como el de Todaiji y Kofuku-Ji.
Escuché la música de unos bailarines nocturnos debajo de un puente y familias haciendo picnis en los parques. A un monje rezando en absoluta concentración, a Namba, la zona más turística de Osaka y a una pareja abrazándose sobre una pared con graffitis. Cuando ya no creía recordar más situaciones apareció Rubén, aquel peruano tocando el sikus en una estación de tren, el sabor del onigiri y okonomiaki.
Beeep… Sonó la alarma de la cuenta regresiva. Había pasado un minuto. Por los parlantes anunciaron que el vuelo MU 516 estaba listo. Mostré la tarjeta de embarque y me ubiqué en el asiento correspondiente. Saqué mi libreta de anotaciones y escribí: “La felicidad del viajero está compuesta por intensos minutos. Los del pasado, presente y los que vendrán”.
El hospedaje de una noche en la ciudad de Osaka fue cortesía de www.hostel64.com Gracias por la buena onda!