¿Sos millonario?

Hay un número importante de personas que consideran que para viajar uno debe tener todo lo necesario, especialmente mucho dinero, más aun, si uno quiere hacer un viaje a algún destino lejano. En muchas ocasiones me pasó que me preguntaran de dónde sacaba la plata para viajar o cuanto habría gastado recorriendo China, Suecia o Guatemala. Lo que no saben ellos es que soy millonario y por eso puedo viajar tanto. Si, millonario, pero de otra manera.

El tener unos padres que siempre me estimularon a hacer lo que me apasiona, a apoyarme en cada destino, por más peligroso que pareciera, me dio la posibilidad de tomar con tranquilidad el viajar a cualquier lugar. Para mí, sentarme en una mesa con un mapa y descubrir mi próximo destino pasó a ser tan natural como respirar. Para muchos, tener un buen auto, salir a comer afuera todos los fines de semana y comprarse ropa de marca es indispensable. Pero yo, viajando en mi bicicleta sin cambios por mi barrio o sin tener televisión y sin ir de shopping los fines de semana, soy más que feliz. Durante mis viajes he trabajado como albañil en Miami, dormí en las suaves arenas de una playa de Grecia o viajé en buses durante eternas horas con animales. Mi pasión por viajar comenzó desde pequeño y cuando tenía catorce años preferí no irme de vacaciones para trabajar vendiendo biromes por las calles de Buenos Aires. Era el comienzo de mis ahorros para empezar a conocer, algún día, el mundo.

Hay una historieta de Liniers, un artista argentino, que para mi resume muy bien todo esto: Fellini, el gato, le pregunta a su amiga: “—¿Qué te pasó Enriqueta, te caíste? A lo que Enriqueta contesta: —No… estoy viendo todo lo que tengo. ¿Cómo? ¿Qué?— vuelve a preguntar el gato. —Todo esto tengo. El cielo, la tierra, el aire… todo esto es nuestro. ¡Somos ricos!”

Y esa riqueza me permitió entender y respetar las culturas del mundo al ser testigo de lugares como estos: