desierto de la Tatacoa

Recorriendo los laberintos del desierto.

Creo que se puede cruzar el río en bote y desde ahí llegar a Villavieja, nos dijo Francesco, uno de los dos italianos que se sentó a nuestro lado ni bien dejamos Bogotá. La idea era llegar al desierto de la Tatacoa, la segunda zona más árida de Colombia después de La Guajira. Confiamos en su recomendación y así evitarnos viajar 80 km (ida y vuelta) hasta Neiva y luego retroceder hasta Villavieja por ruta.

Ni bien nos bajamos en Aipe el viento caluroso y húmedo nos recibió sin remordimientos. Habíamos viajado unos 270 km desde la capital tardando unas 6 horas cuando todavía había esperanzas de tomar el último bote a orillas del río Magdalena. Después de caminar una media hora atravesando corrales con vacas y bueyes llegamos al río sin noticias de bote alguno.

Cuando habían pasado unos 20 minutos comenzamos a oír el ruido de un motor. Detrás de un pequeña isla de arena se asomó la punta del bote y a todos se nos dibujó una sonrisa en el rostro. Por las dudas empezamos a mover los brazos para que nos vieran.

¿Van a Villavieja? nos preguntó un moreno de piel curtida por el sol. Suban, son 3.000 pesos cada uno (1 dólar). Gracias a Franceso que tenía teléfono con chip local logramos contactar a un taxi compartido para que nos esperara del otro lado del río. La sincronización fue perfecta y ni bien llegamos Abelardo estaba más presente que novio en el día de los enamorados. Me parecía extraño que un par de horas antes estábamos en Bogotá, con frío, con cientos de museos por visitar, grandes negocios y avenidas y ahora el paisaje era totalmente desértico.

Bogotá

Y pensar que a la mañana anterior tenía este paisaje de Bogotá desde el Cerro Monserrate!

Todo lo que había leído de La Tatacoa ubicado en departamento del Hila, es que había un mirador llamado El Cuzco, un observatorio y los famosos laberintos color ocre con formaciones similares a Marte. Dejamos las mochilas en una de las pocas cabañas que hay desparramadas por ahí y salimos a disfrutar de los últimos minutos del atardecer. Eran poco más de las 6 de la tarde y no corría una sola gota de viento. El aire era húmedo y con la garganta seca supimos que tendríamos una noche complicada.

Decidimos dejar abiertas las ventanas y la puerta de la cabaña con la esperanza de recibir un poco de brisa, pero a diferencia de otros desiertos como el de Atacama (en Chile) donde la temperatura desciende bajo cero, acá el calor era constante.

Pusimos el despertador a las 5.30 am por dos razones. La primera era ver el amanecer y la segunda y más importante, recorrer parte del desierto sin tanto calor. Un cielo bastante nublado impidió ver la salida del sol como esperaba pero al menos el calor no iba a sentirse tan duro.

desierto de la Tatacoa

Madrugón a la 5.30 am. A pesar de estar nublado valió la pena!

En medio de la penumbra caminé solo (los demás se habían quedado durmiendo) por una parte de sus 330 km cuadrados. Llegué hasta el mirador El Cuzco y desde ahí una escalera natural descendía hacia formaciones extrañas. Por momentos creí estar en las páginas del libro El Principito, cuando el piloto se pierde en el Sahara y la soledad es total. Unos rayos de luz aparecieron detrás de La Catedral, una formación extraña que sirve para entender que tan alto era el suelo antes de la erosión y decidí caminar hasta ahí. A su lado había un enorme cactus verde y fue ahí donde entendí que estaba en un bosque seco tropical más que un desierto.

desierto de la Tatacoa

Vista del desierto con la catedral a la izquierda, una de las extrañas formaciones.

Caminando por esos laberintos ocres de unos 25 metros de altura, solo tenía algo en mente: estar atento de no cruzarme con la visita inesperada de alguna serpiente cascabel. Decidí guardar las zapatillas y caminar descalzo. Tenía la necesidad de pisar ese suelo arcilloso y ensuciarme los pies de polvo, algo muy distinto de lo que el Período Terciario ofrecía cuando todo era un jardín con miles de flores y árboles.

desierto de la Tatacoa

Formaciones extrañas que me transmiten a Marte… o al Principito

desierto de la Tatacoa

Imaginate caminar en soledad por acá a las 6 de la mañana. Una experiencia increíble!

desierto de la Tatacoa

De a poco el cielo empezaba a ponerse azul y el calor rozaba los 41º C.

Después de dar vueltas sin rumbo fijo por más de dos horas quise volver al mirador principal. El sol pegaba sin piedad a pesar de ser las 7.30 de la mañana. Claro que encontrar la salida no fue fácil. Intenté desandar el camino pero no lo encontré. Entonces decidí relajarme y guiarme por la intuición. Fue así como llegué a una zona un poco más abierta y con más cactus. Desde ahí pude ver un cartel despintado escrito sobre una madera: “se vende jugo de caña”. Supuse que habría alguna cabaña o despensa y seguí el sendero. Sin buscarlo llegué a la parte trasera de donde estaba hospedado. Pronto me crucé con las cabras balando con energía como esperando ser liberadas de su pequeño corral. Ellas, junto a gallos que cacarearon a horas inesperadas, habían sido los responsables de una noche con sueños cruzados.

desierto de la Tatacoa

Vista del paisaje a menos de 5 minutos caminando desde la cabaña donde dormimos esa noche.

A esa altura de la mañana el cielo se nubló un poco y pude sentirlo como un milagro para respirar mejor ante tanto calor. Una vez escuché decir que los viajes se recuerdan más que nada por los encuentros con la gente, por las charlas con desconocidos y coincido totalmente. Pero también debo reconocer que caminar por lugares extraños, a horas extrañas no son hechos que sucedan a diario. Caminar por el desierto de la Tatacoa para mi fue como pisar Marte. Y estoy seguro de que el día que esté en Buenos Aires mirando los edificios desde la ventana de casa podré comprender mejor en donde estuve.

desierto de la Tatacoa

Ya que estaba solo de alguna manera tenía que salir en la foto, no?

desierto de la Tatacoa

Sueño cumplido. Fotografiar otro desierto, uno de mis paisajes preferidos.

¿Querés visitar este lugar?

Acá te comparto toda la info para que puedas llegar sin problemas. El bus desde Bogotá sale desde la Terminal Salitre ubicada a unos 9 km del centro. La mejor empresa sin lugar a dudas es Expreso Bolivariano (tiene butacas cómodas, baño y Wifi que anduvo perfecto). En febrero de 2016 el viaje de ida costaba 29.000 pesos (unos 9,5 dólares) hasta Neiva. Pero para evitar ir hasta esa ciudad y alejarte 40 km (de ida y de vuelta) existe una opción mucho más aventurera.

Aipe

Esperando por el bote a orillas del río Magdalena, en la ciudad de Aipe

 

rio magdalena

Navegando por el río Magdalena hacia Villavieja.

Decile al conductor que te deje en el pueblito de Aipe. Ahí tomás un taxi compartido o unas motos que te llevan hasta la orilla del Río Magdalena. Ojo, el taxi llega hasta el puente nada más y desde ahí son unos 30 minutos de caminata. Supuestamente las motos hacen todo el recorrido. Los botes van y vienen con regularidad entre Villavieja y Aipe y el último en cruzar hasta la localidad de Villavieja sale a las 18 hs. Por las dudas estén antes.

Ni bien te subas al bote pedile al conductor que llame a un vehículo para que te espere del otro lado. De esta manera te vas a evitar caminar con calor intenso por este pueblo desolado en busca de un transporte. El taxi compartido hasta el desierto de la Tatacoa cobra 20.000 pesos colombianos (aprox 7 dólares) que compartido entre 4 es muy barato.

Villavieja, Huila, Colombia

Lllegamos a Villavieja y esta fue la primera impresión de la “ciudad”

¿Qué conviene visitar?

El punto clave es el Mirador del Cuzco. Ahí están las mejores vistas del desierto además del observatorio, algunos restaurantes para comer y las opciones de hospedaje que puede ser en carpa o en cabañas. No es que no me guste la aventura pero en este caso dormir en carpa realmente puede convertirse en uno de los peores momentos de tu vida. El calor que llega del sol cuando el día está despejado es demoledor. Dormir en una cabaña tiene la ventaja de tener una ducha y un poco de agua después de la caminata va a ser como volver a nacer. El día que hice el recorrido regresé a las 8 am y lo primero que hice fue ponerme bajo la ducha totalmente vestido. Después de 10 minutos estaba completamente seco!!! Si por alguna razón perdiste el último bote para cruzar el río, en Villavieja también hay opciones para dormir.

¿Dónde comer en el desierto?

 Todas las cabañas ofrecen comidas pero al lado del observatorio hay un bar que sirven muy buenos jugos de lulo y comidas sencillas por muy poca plata. También sirven desayunos (huevos revueltos, tostones, café).

El observatorio:

Todas las noches a la 19 hs hay charlas para divulgar el trabajo científico. También se instruye sobre las constelaciones, las principales estrellas, la evolución estelar y como nacen y mueren las estrellas. Si el cielo está despejado se podrán tener unas increíbles vistas con sus telescopios. Lamentablemente nosotros tuvimos una noche casi cubierta por nubes, pero así y todo el desierto con luna llena fue mágico.

Lluvia de estrellas: Varía año a año, pero para el 2016, entre el 4 y 5 de mayo habrá lo que se denomina lluvia de estrellas. Con ese título te imaginarás bien la razón. Eso sí, dicen que en esa época llegan miles de turistas curiosos por ver ese cielo, así que lo mejor es reservar un lugar o llevar tu propia carpa. El costo de la entrada a la charla es de unos 5.000 pesos colombianos (menos de 2 dólares). Cualquier otra info que creas sea útil para otros viajeros compartila por favor en los comentarios al final del post. Gracias y buenas rutas!

Consejo: Algunos turistas nos contaron que hicieron el tour guiado por unas 3 o 4 horas visitando otros lugares como las zona de las piletas y la zona gris del desierto. Dicen que no vale la pena. El costo en febrero de 2016 era de 40.000 por persona (unos 13 dólares).