Exactamente después de 3 años tenemos libro nuevo. Y digo tenemos porque de alguna manera ustedes también fueron cómplices para que “Desafía tus rutas” salga a la luz.

Desafía tus rutas es mucho más que un libro de crónicas de viaje. Es una inspiración a que vos desafíes tus propios caminos para puedas cumplir tus sueños.

Se viene la presentación!!!

¿CÓMO FUE ESCRITO EL LIBRO?

En la hoja número 2 del libro “Desafía tus rutas” dice lo obvio, lo legal, lo que se debe poner: Este libro se terminó de imprimir en tal lugar, en tal fecha, la cantidad de ejemplares, etc.

Por un instante imaginé que lo que marca la Ley número “X”, en este caso el número vendría a ser lo de menos, debería indicar otras cosas. Debería mencionar por ejemplo en qué momento fue pensado el libro, en dónde fue escrito, bajo que circunstancias, en qué estados de ánimo estaba ese viajero/escritor, qué le pasaba por su cabeza para escribir esa historia y no aquella otra.

Solo así, se podría comprender el por qué de ese título, de esa foto para la tapa, las que fueron seleccionadas para su interior, el orden de los países con sus crónicas y tal vez lo más importante: el mensaje que el libro quiere dejar a todos los lectores. Entonces, aprovecho este espacio mágico que tiene el blog y el ciberespacio para compartirlo con ustedes.

Recorriendo a pie una parte de Tayikistán. Del otro lado del río Pamir se ven las montañas de Afganistán.

Un día estaba mirando por la ventana del departamento, y me di cuenta que necesitaba salir de viaje. Si, otra vez, pero sin una fecha de regreso y con un itinerario flexible. En mi interior lo denominé “El viaje de mis sueños”, porque tomar un mapa y elegir todos los países que quería recorrer más allá de las distancias o de las dificultades pasaba a ser un sueño. Uno bien grande. Pero como dice el dicho, era soñar con los ojos abiertos.

Esa página número 2 del libro debería contar cosas como: el libro fue escrito mientras este aventurero viajaba en un tren mirando los asombrosos paisajes del Tíbet con destino a Lhasa, en la soledad del desierto de Mongolia con un calor agobiante, de esos que jamás se olvidan. Podría incluir que fue pensado (porque considero que ese acto de escribir también incluye a las ideas, a las anotaciones previas en cuadernos, servilletas, hojas arrugadas…) en una estación de subte en Tokio, mientras miraba el atardecer en una isla de San Blas, haciendo un trekking por Kirguistán buscando a los nómadas, o subido a un teleférico en La Paz, por nombrar algunas circunstancias.

En Sukothai, Tailandia me refugié entre budas y templos para escribir algunos capítulos del libro.

46 horas de tren hacia Tíbet: Esos paisajes fueron una invitación a la reflexión interior. Desde acá escribí parte de esa vivencia.

Los Uros, en Perú, me enseñaron varias cosas. Una de ellas es que se puede vivir con muy poco. Lo comparto en el libro también.

Lo que me sorprende de los viajes y de las historias es cómo se unen para después terminar en un libro. Como de esos encuentros casuales con gente desconocida uno le puede dar vida al mencionarlos en un capítulo, ya sea porque nos invitó a su casa a pasar la noche, nos levantó en la ruta mientras hacíamos dedo, o simplemente porque alguien se nos sentó en un bus a conversar, como fue la Sra. Rita en nuestro recorrido por El Salvador. Me pregunto si ellos tendrán idea de que formarán parte de estas páginas, pero a decir verdad ni uno lo sabe hasta el momento final.

Esa página número 2 del libro también debería decir que el escritor venció miedos, dudas, que se puso desafíos (no importa el tamaño) de los cuales algunos concretó y otros quedaron en el camino. Que ese viajero también tuvo dudas para dejar sus zona de confort, a sus amigos, los trabajos seguros, etc.

Uno de los desafíos que me había propuesto era llegar  al desierto de Gobi, Mongolia, haciendo dedo. La foto de ese manual que había visto cuando tenía 13 años en la escuela dejó de ser un imposible.

Y a veces la soledad fue así de grande, como esa espera infinita de 26 horas hasta que llegara un camión que me levante.

Esa página número 2 del libro debería incluir también, y por qué no, aquellas noches en las que, desvelado por el ruido de la calle, por la música de una fiesta de origen desconocido, por el movimiento del vagón del tren, por el viento sacudiendo la carpa en Tayikistán, Panamá, China, o por los mosquitos, se levantó de la cama, tomó unos de sus cuadernos de viaje y se puso a escribir. No solo lo que había conocido, los lugares por donde había pasado ni a los que iría o la gente con la que se había cruzado, sino también que se puso a escribir sobre el sentido del viaje que estaba haciendo y que tal vez, llegar a la conclusión de que estaba viajando para conocerse era lo más auténtico.

Recorriendo la Isla de Java encontré lugares como estos… y unas horas más tarde una furiosa tormenta me atrapó en la soledad absoluta!

También me encontré con chinos, malayos, e indonesios dispuestos a sonreír a cada instante.

Esa página número 2 debería tener un pequeño espacio para aclarar el título. Sobre la dificultad en la que tuvo para elegirlo y para que el lector entienda que la vida está llena de rutas, que cada uno elige las que quiere recorrer y desafiar. Que está bueno tener miedo (sinónimo de que nos aventuramos en algo grande y nuevo), pero que lo mejor es ir por él, vencerlo.

Encuentros que parecen irreales: con los nómadas de Kirguistán.

Por último, a esa página número 2, le agregaría que un viaje nos transforma, que al volver no somos los mismos. Y de alguna manera, al escribir un libro, pasa lo mismo. Ya nada es igual.

Que estas 288 páginas de “Desafía tus rutas” no solo te lleven a conocer nuevos lugares, a ilusionarte con recorrer destinos que creías imposibles, sino que también sean una invitación a desafiar tus rincones ocultos, aquellos que te traban para ser quién realmente deseas.

RESUMEN DEL LIBRO

En enero de 2015, sintiendo que su vida era demasiado perfecta, Esteban dejó su rutina de Buenos Aires para salir a dar otra vuelta al mundo sin una fecha de regreso. Pensó cuál sería el viaje de sus sueños y voló a Malasia para comenzar su primera etapa. Desde allí viajó haciendo dedo más de 25.000 km, hasta Uzbekistán. Durante ese periplo fue mordido por un perro en el Tíbet, esperó en soledad 26 horas en el desierto de Mongolia por un camión, durmió con los nómadas de Kirguistán, comprendió los códigos culturales de Japón, navegó el río Mekong en Laos, conoció a los recolectores de azufre en un volcán de Indonesia y compartió la realidad de refugiados birmanos en una escuela de Tailandia, entre otras historias.

En su segunda etapa exploró los Balcanes, para entender las secuelas de la guerra de Kosovo, Bosnia-Herzegovina y Croacia, fue testigo de la renovada capital de Macedonia, de los bellos paisajes de Montenegro y Albania, y de las diferencias entre los búlgaros y los serbios.

Finalmente, recorrió desde El Salvador hasta Bolivia, y en su continente pudo confirmar que la hospitalidad es universal. Cruzó la temida frontera de Honduras a pie, exploró la isla de Ometepe en Nicaragua, encontró la otra cara de Cuzco, fotografió el carnaval de Barranquilla, sintió a Panamá como su segundo hogar y descubrió por qué La Paz se viste de naranja. Durante esos catorce meses fuera de su zona de confort, Esteban comprendió que viajamos para conocernos, y es ahí cuando todo cobra sentido.

A continuación de esta foto les comparto cómo conseguir el libro y el prólogo.

En Kyoto, Japón aprendí a ver las cosas de otra manera, a entender el verdadero sentido del viaje.

El valor del libro es de 280 pesos argentinos. Los gastos de envío son aparte y el ejemplar se consigue solamente escribiendo un mail a: [email protected] (Es una edición independiente y no está en librerías).

MIRÁ COMO FUE LA IMPRESIÓN DE “DESAFÍA TUS RUTAS” EN ESTE VIDEO.

Desafía tus rutas, un libro de viaje que inspira a que pierdas tus miedos y cumplas tus sueños.

Es muy sencillo comprar el libro en Argentina. Si vivís en Capital Federal lo retirás personalmente por el barrio de Palermo-Colegiales y te paso la dirección por mail o Facebook. Si querés que sea enviado: me contactás y te envío desde Mercado Pago un mail con el cupón de Pago Fácil / Rapi-Pago. Lo imprimís y abonás en cualquier sucursal. Cuando está acreditada la operación te lo envío por Correo Argentino (certificado o impreso simple, según la opción elegida). También podés cancelar la opción de MP con tarjeta de crédito, tuya o de otra persona y por medio de una transferencia o depósito bancario.

Desde cualquier otro lugar del mundo que no sea Argentina, pedí tu ejemplar a [email protected] El pago se realiza por medio de una solicitud de PayPal. No es necesario tener cuenta en ese sistema y se paga con tarjeta de crédito.

IMPORTANTE: No te olvides de revistar tu casilla de SPAM, a veces puede llegar allí la solicitud de pago.

Otra opción es por una transferencia por Wester Union (la comisión de WU corre por cuenta del comprador).

Gastos de envío en Argentina: La forma más sencilla es por Correo Argentino en la modalidad “Impreso simple” que cuesta 40 pesos a cualquier destino dentro de Argentina. Esta modalidad no tiene número de seguimiento y necesitás tener sí o sí, un buzón donde el cartero pueda dejar el libro comprado.

Recordá que si el pago se hace por Mercado Pago hay un 7% que recarga el sistema sobre el valor del envío.

Impreso certificado fuera de Argentina:

Países limítrofes: Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay cuesta 33 dólares (libro + gasto de envío incluido)

Para resto de América cuesta 39 dólares y para resto del mundo cuesta 38 euros (libro + gasto de envío incluido).

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La incomodidad de una vida perfecta

Me acomodé en el asiento e intenté dormir. Di algunas vueltas, pero un pasajero pidiendo una bebida me volvió a distraer. ¿Cuántas horas habrían pasado? ¿Tres, cuatro?, tal vez más. En la mochila había guardado el celular para escaparle al tiempo. Esa palabra que tantas veces había pasado inadvertida en mi realidad cotidiana y que hoy era la que más tenía en cuenta. El avión volvió a despegar rumbo a Estambul, última escala antes de llegar a Malasia.

Logré dormirme cuando cruzábamos tierras afganas. Entre sueños recordé aquellos días de invierno helado en Kabul, y si no fuera porque la azafata me despertó para el desayuno, aún seguiría inmerso en viejas anécdotas. ¿Estaba preparado para enfrentar todo lo que vendría? Un día me di cuenta de que mi vida en Buenos Aires era demasiado perfecta. Perfección que había construido a conciencia y que empezaba a incomodarme.

Para romper con esa estructura tan cómoda decidí ponerme un desafío grande. Dejaría TODO para salir a dar la vuelta al mundo sin una fecha fija de regreso. Aunque nunca tuve apego por las cosas materiales, porque considero que cuanto menos tenemos más fácil resulta salir de nuestra zona de confort, la partida fue bastante dura. Dejar las rutinas y el trabajo era algo en lo que venía pensando desde hacía tiempo, pero ahora que había llegado el momento, todo se veía distinto.

Costaba entender que salía para cumplir un sueño: primero uniría Malasia con Uzbekistán, viajando a dedo en un recorrido de 25.000 km; después iría a los Balcanes para explorar desde Bulgaria hasta Serbia y ser testigo de las secuelas de sus guerras y, por último, viajaría por América Latina, desde El Salvador hasta Bolivia, para entender las diferencias de nuestro continente. Por momentos me sentía ansioso y otras veces demasiado tranquilo. Pasaba de un estado de ánimo a otro sin darme cuenta. No podía comprender si lo primero era por la falta de conciencia de lo que vendría y lo segundo, porque tomar una decisión durante un proceso me daba tranquilidad.

Llegar a Kuala Lumpur no fue fácil. Me recibió un calor que gobernaba con determinación en cada rincón de la ciudad. Caminando por sus calles me sentía como si fuera el personaje de la película La vida secreta de Walter Mitty. Empecé a imaginar todo lo que podría hacer en el viaje. Algunas cosas tal vez no ocurrirían nunca, pero las deseaba igual. Supuse que estaría atravesando un desierto en soledad, trepando al techo de una mezquita en una noche estrellada, bañándome en las aguas heladas del Baikal, viajando en auto con desconocidos o cruzando alguna parte de Asia a caballo.

Cuando puse el dedo en el mapa, marcando en qué dirección saldría aquella mañana, comprendí que el viaje había empezado a rodar y que esa adrenalina se había convertido en miedo. ¿Y si el viaje fracasaba? ¿Y si había tomado la decisión incorrecta al dejarlo todo? Entonces recordé las palabras de un amigo: “Está bien tener miedo, lo importante es saber qué hacer con él”. Y así fue que dejé de boicotear mis pensamientos para transformar ese sueño en realidad.

Si querés salir a recorrer el mundo y estás con dudas, esta guía digital es ideal para vos. Para más info hacé clic en la foto o enviá un mensaje a [email protected]