Nací en 1970. Seguramente para ustedes este dato les resulte irrelevante, pero se los comparto porque coincide con la fundación de Pripyat, un pequeño pueblo ubicado en el norte de Ucrania, a 17 km de la frontera con Bielorrusia.
Cuando tenía 16 años estaba a poco de terminar el secundario y de lo único que se hablaba era de la Copa del Mundo de Fútbol “México 86”. Era casi fines de abril y faltaba solo un mes para que empezara el mundial. Maradona era la estrella indiscutida del momento y todos los argentinos estábamos esperando conseguir el gran pase a la final. Pero justamente el 26 de abril, a miles de kilómetros de Argentina sucedía algo inesperado: El accidente nuclear en la central Vladímir Ilich Lenin, ubicada en el norte de Ucrania, que en ese momento pertenecía a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La explosión fue a tan solo 3 km de la ciudad de Pripyat, a 18 km de la ciudad de Chernobyl.
Las causas y desarrollo del accidente son objeto de controversias. Existe un consenso general en que desde el día anterior se venía realizando una prueba que requería reducir la potencia, durante la cual se produjeron una serie de desequilibrios en el reactor 4 de esta central nuclear, que desembocaron en el sobrecalentamiento descontrolado del núcleo del reactor nuclear y en una o dos explosiones sucesivas, seguidas de un incendio generalizado, que volaron la tapa del reactor de 1200 toneladas y expulsaron grandes cantidades de materiales radiactivos a la atmósfera, formando una nube radiactiva que se extendió por Europa y América del Norte.
Para que se den una idea de la magnitud de lo que fue esta catástrofe la cantidad de dióxido de uranio y de materiales radiactivos tóxicos, fue unas 500 veces mayor que el liberado por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945. Esto provocó una alarma internacional al detectarse radiactividad en al menos 13 países de Europa central.
Después del accidente, se inició un proceso masivo de descontaminación, contención y mitigación que desempeñaron aproximadamente 600.000 personas denominadas liquidadores en las zonas circundantes al lugar del accidente y se aisló un área de 30 km de radio alrededor de la central nuclear conocida como zona de alienación, que sigue aún vigente. Estos números si que son escalofriantes: 5.000.000 de personas vivieron en áreas contaminadas y 400.000 en áreas gravemente contaminadas.
Tras prolongadas negociaciones con el Gobierno ucraniano, la comunidad internacional financió los costes del cierre definitivo de la central, completado el 15 de diciembre de 2000. Inmediatamente después del accidente se construyó un «sarcófago», para cubrir el reactor y aislar el interior del exterior, que se vio degradado con el paso del tiempo por diversos fenómenos naturales, y por las dificultades de construirlo en un ambiente de alta radiación, por lo que corría riesgo de degradarse seriamente. En 2004, se inició la construcción de un nuevo sarcófago para el reactor. En noviembre de 2016, treinta años después de la tragedia, se inauguró un nuevo sarcófago, al que se denominó «nuevo sarcófago seguro» (NSC, por sus siglas en inglés), una estructura móvil, la mayor construida hasta la fecha en el mundo.
En 2019 el canal HBO emitió una miniserie titulada Chernobyl, reconstruyendo los hechos que se sucedieron desde el momento de la explosión, a través de las acciones de dos personajes históricos, Valeri Legásov y Boris Shcherbina. El primero fue un científico soviético que integró el comité de investigación del desastre de Chernobyl. El segundo, fue un alto dirigente político soviético que tuvo a su cargo en el terreno las decisiones políticas, para contener la catástrofe. Ambos murieron en el lustro siguiente, como consecuencia del accidente.
Finalmente Argentina gana el mundial 86! Maradona levanta la copa en el estadio azteca y varios millones de argentinos “nadarían” en felicidad durante los próximos meses. Sin embargo, del otro lado del mundo no ocurría lo mismo. La explosión de Chernobyl estaba en sus inicios de las grandes secuelas.
Cuando organicé el viaje en bicicleta, empezando en Tallin, Estonia tenía en claro que quería visitar el pueblo de Pripyat. Quería ver con mis propios ojos cómo había quedado este lugar donde a sus casi 50.000 habitantes les dijeron que serían evacuados y que volverían en unos días (cosa que jamás sucedió). Se calcula que deberá pasar al menos unos 200 años más para que ese suelo sea habitable otra vez.
Como fotógrafo busco documentar no solo parte del viaje, sino registrar parte de la historia. El pueblo de Pripyat pone la piel de gallina a cualquiera que lo visite. Transmite soledad, tristeza, bronca, impotencia, dolor, entre otras calificaciones. Mientras tomaba fotografías por mi cabeza pasaban miles y miles de preguntas: de quien sería ese cuaderno escolar que está tirado en el piso? Quién habrá sido el último paciente en ser operado en esa camilla que ahora está vacía y llena de vidrios? Qué familias habrán disfrutado del último día (viernes 25 de abril de 1986) caminando por la plaza central.
Pripyat se había fundado en 1970 para ser un ejemplo dentro del sistema. El promedio de edad de sus habitantes era de 26 años. Pero esto dato a mí no me conformaba y seguía con más preguntas: quienes fueron los últimos en hospedarse en el Hotel Polissya? Quienes habrán disfrutado por ultima vez de esa cancha de básquet o de la pileta de natación? Busco alguna placa con los nombres de sus habitantes y no la encuentro… por qué no está? Por qué se tardó 36 hs en evacuar a toda la población?
Iván, nuestro guía de turno nos compartió que ilegalmente accedió al abandonado pueblo varias veces con otro amigo guía e incluso se quedaron a dormir. Habiéndonos confiado este secreto nos comentó que podríamos acceder a otros edificios donde pocos turistas tienen acceso. Era una gran oportunidad para descubrir con mayor profundidad las secuelas de esta catástrofe. Cada vez que disparo una imagen siento pasión por lo que hago, pero hay veces que la situación lleva a una adrenalina casi descontrolada por registrarlo TODO, absolutamente TODO para después compartir este documento. Ya me había pasado en Haití, después del terremoto, en el invierno de Afganistán o en las calles de Sarajevo donde hay que hacer un esfuerzo por controlar qué y cómo fotografiar lo que se tiene enfrente de la lente.
Paredes completamente descascaradas, caños oxidados, ramas que entran por las ventanas sin vidrios, bancos de plazas vacíos, un bar en absoluto silencio con sus máquinas de café amontonadas en una escalera, autitos chocadores apocalípticos, sillas, marcos de puerta, fábricas, todo un colegio, toda una ciudad… arrasada por la radiación nuclear.
Pripyat es para mí la cara de la ambición humana, del poder, del querer controlarlo todo sin importar las consecuencias. Es la cara del engaño hacia el mundo entero sin haber contado la verdad desde un comienzo.
Espero con estas imágenes poder transmitirles cómo está hoy este lugar. Seguramente muchos no llegaron ni siquiera saber de su existencia hasta el día de hoy. Tal vez el éxito de un mundial haya opacado las ganas de saber que pasa en otra partes del planeta. Lo cierto es que el pueblo de Pripyat, fundado para los trabajadores de la central nuclear duró apenas 16 años. Un sueño demasiado corto. Un parque de diversiones que no llegó a tiempo de ser disfrutado.