A veces me pregunto de dónde salen las ideas. O mejor dicho cómo llega uno a tomar ciertas decisiones. Si hay algo que sabía que haría, además de pedalear 20.000 km desde Estonia hasta Sudáfrica, era tomar el famoso tren de hierro de Mauritania. Muchos lo llaman el dragón de hierro. Otros, simplemente el tren más largo del mundo ya que tiene 3 kilómetros de interminables vagones transportando ese mineral.
Hay muchos trenes míticos en el mundo: recuerdo el Transiberiano de Rusia, el Blue train de Sudáfrica, el Tren de las Nubes en Argentina, el Orient Express, El Chepe mexicano, el paquistaní Shalimar Express o el de Machu Picchu (particularmente había tomado el primero y el último de esta lista). Pero ninguno de ellos, a excepción de El Tren de la Bestia, un tren de carga que va desde México hasta la frontera con Estados Unidos es comparable con el de Mauritania.
Ah, ya me acordé!, le dije a Till, un ciclista alemán con quien comparto las horas previas de este épico viaje en tren. Lo vi en una revista hace algunos años mientras tomaba un café en un bar de Buenos Aires. Lo que no imaginaba era que 20 años más tarde el protagonista iba a ser yo. Cuando vi las tres locomotoras diésel americanas acopladas, encargadas de traccionar el resto del tren me quedé sin palabras.
La estación donde se toma el tren está ubicada a unos 7 km del centro de Noaudhibou. El horario de salida es imprevisible, pero hablando con otros viajeros o locales supimos que saldría cerca de las 21 horas. Por las dudas a las 18 hs ya estábamos ahí. A medida que el sol se va ocultando aparecen las sombras de todos los que viajaran hasta Choum o inclusive a Zuerat, un pueblito de unas 40.000 personas que viven de la explotación de las minas de hierro a cielo abierto desde 1963.
Muy pocos son los viajeros que decidan ir en el único vagón de pasajeros. La mayoría lo hace en los vacíos vagones donde la arena y las partículas de hierro son las protagonistas. Hasta Choum son unos 350 km y el tiempo de viaje es una incógnita. Algunos han tardado casi 20 horas y otros, los más afortunados hemos “disfrutado” de ese “paseo” por tan solo 12 horas.
Durante las horas de espera nos hicimos amigos de varios adolescentes mauritanos, argelinos y marroquíes. Sin la ayuda de ellos subir las bicicletas y las alforjas hubiera sido prácticamente imposible.
Omar gritó… “The train”!!! todos giramos la cabeza. A lo lejos una pequeña luz comenzaba a acercarse. En eso pensé en la película “Cuenta conmigo” cuando también gritan Traaaaiinnn! y acá, sin bien no corríamos por las vías si no apresurábamos a subir las cosas sin saber cuánto tiempo teníamos.
Al final el tren estuvo detenido unos 15 minutos. Tiempo suficiente para acomodar las bicicletas, las alforjas y poder organizarnos con las mantas que ambos llevábamos. En un momento decidimos apagar las luces frontales y quedamos completamente a oscuras. Más tarde apareció la luna llena revelando pequeños detalles del paisaje.
Por más que intente explicar qué se siente al viajar por el desierto en un tren de carga durante la noche creo que no llegaré a poner el adjetivo preciso: increíble, mágico, atrevido, inolvidable, épico, mítico, audaz, surrealista? Todo eso junto? Viajar o mejor dicho, vivir esta experiencia es algo personal y que solo quien lo haga podrá comprender de lo que hablo.
Les comparto información y tips para que tengan en cuenta antes de realizar este viaje:
Lo ideal es viajar en los meses de diciembre, enero o febrero cuando las temperaturas son más frescas durante la noche. Frío de verdad empezó a hacer cuando salió el sol. Si viajan por ejemplo en agosto o septiembre estén preparados para mucho calor.
Al viajar en los vagones uno está expuesto a todos los factores externos, por eso es indispensable llevar: sábana para cubrir las alforjas, mochilas o equipajes. Una manta abrigada para taparse durante la noche, anteojos de sol, gafas tipo las de esquí para cubrirse de la arena, tapones para los oídos (el ruido de las ruedas crujiendo en las vías o lo vagones chocando durante la noche son ensordecedores).
Intenten comer antes de subirse: puede ser unas latas de atún, frutas, té caliente, chocolate, etc porque prepararse comida durante el recorrido es una utopía. También lleven barritas de cereales, más fruta y al menos 2 litros de agua. No es mala idea usar guantes para subir o bajar del tren.
En cuanto a la ropa: la más vieja, sucia y de color oscuro que tengan. Seguramente cuando terminen el viaje lo primero que harán será tirarla.
Cuando nos bajamos en el pueblito de Choum se acercaron varios niños. Eran unos diez aproximadamente. Todos muy simpáticos y tranquilos, pero muy habilidosos para sacar en cuestión de segundos lo que podían de las bicicletas. A Till le robaron el navegador y a mí la multinavajas. Nos dimos cuenta porque yo quise pelar una manzana y el programar la ruta hacia Atar, nuestro próximo destino.
Pusimos cara de serios y de hablar con la policía. En cuestión de segundos, uno que tendría unos 14 años y parecía ser el jefecito, encontró “mágicamente” nuestras cosas.
Cuando llegó la noche Till se dio cuenta que también le faltaban las luces traseras. No todo lo robado pudo ser recuperado, dijimos entre risas
Desde Choum hasta Atar son 110 kilómetros de pedaleo donde ahí reina de nuevo la soledad y el viento pasar a ser el protagonista. Volverías a hacer ese viaje, me pregunta un amigo desde España. Sí!, no solo lo repetiría, sino que iría hasta el final del recorrido y viajaría con los vagones cargados de hierro hasta su punto de descarga.