la ruta de las flores, el salvador

Iglesia colonial, creo que la más linda de todas, en la ciudad de Apaneca.

Rita subió al bus 205 y se sentó a nuestro lado. Como todo salvadoreño que te mira a los ojos, antes que saludarte, te regala una sonrisa y ahí, comenzar a conversar, se hace inevitable. Que lindo… están de luna de miel! Y, ¿Por qué eligieron empezar por acá? En realidad decidimos El Salvador porque era un destino en el que nunca habíamos estado. Ante esa respuesta todos parecen conformarse, aunque en realidad podría haber sido Nicaragua o Venezuela (y a decir verdad, si viajara solo ya estaría en Burkina Faso, Camerún o Ghana, pero eso queda entre nosotros).

mapa ruta de las flores el salvador

Mapa de la Ruta de las Flores que va desde Sonsonate hasta Concepción de Ataco

Rita tiene piel morena, ojos negros como si fueran café y unas caderas bastante generosas lo cual nos dificulta entrar con comodidad en el asiento. Es para dos, pero vamos los tres. Si no fuera porque el chofer gritó que habíamos llegado a Concepción de Atacao seguíamos viaje con ella. En el corto trayecto supimos que trabaja para el alcalde de Tacuba, tiene dos hijos, que ambos viven en USA y todos los días se despierta a las 6 am para ir a su trabajo que mucho no le gusta. El resto del viaje nos indicó donde estaban los miradores, el volcán Izalco y que esas sierras que se veían a lo lejos, según ella, era la Cordillera de los Andes.

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Todo es válido para ofrecer la mercadería, inclusive el techo de los autos como en la ciudad de Juayúa

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Pintoresco mural en la ciudad de Ataco

El clima cambió por completo. Es que Ataco está a 1.200 metros y rápidamente cambiamos remerita corta por un abrigo a pesar de que estaba el sol de la tarde.

Si hay algo que no pude lograr todavía mientras viajo, es mirar el mapa del celular y caminar (como corresponde) a la vez. Así fue como pisé un pozo que había en el empedrado irregular mientras intentaba ubicar al hotel. Salí volando con mucha menos gracia que en la película de Matrix. Quedé totalmente desparramado con una mochila en la espalda y la otra (la de la compu y cámara) en el pecho, sin poder moverme. Me acababa de doblar el tobillo y lo primero que pensé fue: ¡Que no sea nada grave que recién empezamos el viaje! El dueño de un bar salió rápidamente a levantarme mientras una anciana fue a buscar una pomada llamada “Ice” (de esas que te curan desde el reuma, artrosis, dolor de cabeza y hasta un empacho). Unos metros más adelante, Lucila trataba de entender que hacía tirado en el piso en el medio de la calle. Era tanto el dolor que tenía que apenas podía hablar para decirle que me había caído.

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Una esquina cualquiera en Concepción de Ataco. Muy cerquita de donde metí el pie en un pozo y salí literalmente volando!

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Vista de Apaneca desde el mirador

Dejamos la mochila en el hotel y tal vez espantados por la música a todo volumen que venía debajo de una carpa tipo circo decidimos ir a visitar el cercano pueblo de Apaneca. Tal vez fue intuición o un golpe de suerte. Pero ni bien llegamos nos cruzamos con una colorida y animada procesión que festejaba el Patrocinio de San Andrés. En primera fila iba el cura, que cada tanto se distraía enviando mensajes por su celular y atrás lo seguían unas 200 personas, que son todos los habitantes que tiene este pueblo. En la esquina enfrentada a la iglesia se escucharon trompetas y las reinas con sus carretas entraron en escena. Todos miraban, aplaudían y sacaban fotos como si fueran celebridades de Hollywood. Desde la plaza principal, en realidad la única que hay, el perfume de las pupusas, riguas y tamales nos distrajo de semejante festejo y nos dejamos tentar por algunas de estas típicas comidas de la región. A nuestro lado estaba Fátima, que orgullosa de haber participado de la procesión, no paraba de bailar con su hermana. Llevaba un vestido color naranja y cuando le pedí una foto a su mamá no dudó un instante en posar.

 

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Día de festejo en Apaneca, con la procesión por el Patrocinio de San Andrés

Volvimos a Ataco a la tardecita. Para cuando eran las 2 de la madrugada y la música seguía a todo volumen, nos dimos cuenta que esto era para largo. Nunca supimos si nos quedamos dormidos del cansancio o porque finalmente el parlante estalló de tanta potencia que le dieron.

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Un calle relajada en el pueblito de Salcoatitán

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Apaneca a puro ritmo con las trompetas

Al día siguiente nos propusimos visitar los tres pueblos que nos quedaban: Juayúa, Salcoatitán y Nahuizalco. Dicen que cada uno tiene su particularidad. El primero unas cascadas pintorescas, el segundo se destaca por su gastronomía y el tercero por sus artesanías en mimbre. Pero a decir verdad después de visitar dos o tres todo se resume a: la iglesia colonial, la plaza principal con los puestos de comidas, murales coloridos, calles adoquinadas, algún que otro mirador y si la suerte te acompaña música a un volumen normal. Que eso ya es pedir mucho en El Salvador.

La ruta de las Flores es un paseo clásico para los salvadoreños que quieren escapar del calor y del caos de la capital los fines de semana. Por suerte, o al menos a fines de noviembre, casi no hay turistas en esta zona y recorrer los pueblos que hay entre Sonsonate hasta Ataco con los locales es lo mejor que te puede pasar.

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Fátima posa para la cámara. Para mi era la reina de la procesión

La ruta de las flores, El Salvador