playa marsella, nicaragua

Playa Marsella, fue nuestra última parada en Nicaragua

Salimos de Playa Marsella de una forma inesperada. Cuando estábamos por ponernos las mochilas y dispuestos a caminar los 2 km hasta el cruce donde pasan los buses hacia la localidad de La Virgen, un grupo de italianas que se hospedaban en el mismo hostel nos hizo un lugar en su auto alquilado. Ni siquiera habíamos hecho amistad los días anteriores, pero como la palabra hospitalidad no distingue nacionalidades, al ver que Lucila no se sentía bien se ofrecieron a llevarnos. Entre mochilas apretadas y posiciones incómodas llegamos a San Juan del Sur. Desde ahí era un viaje muy corto, tan solo 30 km a la frontera con Costa Rica. Nos ilusionaba pensar que en menos de una hora llegaríamos a un nuevo destino. El calor, el viaje, o tal vez el pescado de la noche anterior fue una combinación perfecta para que Lucila comenzara a sentirse peor. Lo suficiente como para vomitar un par de veces. Ni bien llegamos a la frontera me dijo: no doy más, descansemos un rato debajo de esa sombra. No había apuro, estábamos a solo 100 metros de migraciones y siendo las 10 de la mañana teníamos todo el día por delante.

Después de una media hora de espera y bajo los efectos de las burbujitas de la felicidad (una Coca Cola bien fría) nos levantamos. A medida que comenzamos a caminar empezamos a ver mucha gente. La suficiente como para que nos cambiara un poco el humor. Disculpe, le preguntamos a unas chicas que supongo serían europeas, ¿Ustedes son las últimas de la fila? No, no! Esa allá! Por unos segundos creí que se habían equivocado, pero su respuesta fue tan dura como cuando a un acusado le dictan la sentencia menos favorable. La fila hacia migraciones superaba los dos kilómetros. Daba vueltas en forma de espiral y parecía eterna. Un vendedor de jugos aseguró que el tiempo de espera no sería menor a cuatro horas.

Entonces imaginé que tal vez lo peor sería del otro lado, porque todos, viajeros, locales y extranjeros, iban hacia tierras ticas. Allá el viento caliente levantando polvo en un camino de tierra con muy pocos árboles sería el gran desafío. Con una pareja de Canadá decidimos hacer turnos de media hora para no estar parados todo el tiempo. Del lado de Costa Rica las cosas fueron peores como suponíamos. La fila que parecía nunca acabar me hizo reflexionar. Pensé en los refugiados de Siria e Irak, en los desplazados internos de Colombia, en las cientos de familias mexicanas que arriesgan sus vidas en el desierto con un coyote para entrar ilegal a Estados Unidos, en los más necesitados de África, Haití, etc. De pronto un cubano apareció entre la gente pidiendo monedas para “su viaje”. Su rostro tenía mezcla de tristeza con desesperación.

Más adelante nos enteramos que él, es unos de los 8.000 cubanos varados en la frontera sin poder cruzar a Nicaragua. Todo comenzó cuando Ecuador dejó de pedirle visa a los cubanos iniciando desde allí una extensa travesía hasta su gran sueño americano. El volumen de cubano empezó a ser cada vez más grande hasta que un día el presidente nicaragüense les negó el permiso de entrada. Durante nuestra larga espera tuvimos la oportunidad de hablar con algunos de ellos. Muchos viven en carpas improvisadas en ese espacio de 100 metros que hay entre ambas fronteras, que al fin y al cabo no es tierra de nadie. Otros están en los campos de Costa Rica ayudando en lo que pueden o también en la ciudad de La Cruz, limpiando taxis por un par de monedas.

costa rica-nicaragua

Así era la fila cuando pasamos la frontera a Costa Rica!!!

Cuando Jaime nos contó que hace dos meses que está esperando por una solución todas nuestras quejas, el cansancio y el mal humor rápidamente se hicieron humo. No había motivo para estar molesto por unas 10 horas de espera (que era lo que ya llevábamos) si lo comparábamos con sus situación. Y el momento esperado llegó. Pusimos un pie en la oficina de migraciones y caminamos hacia la ventanilla.

Pasaportes. Así, a secas y sin siquiera un buenas tardes. Nos recibió un policía que tenía acumulado un cansancio importante con mezcla de enojo. Me hubiera gustado decirle que al menos él había estado sentado y con aire acondicionado, pero preferí callarme para no crear un conflicto.

¿A dónde van?

A Bahía Salinas

¿Tienen pasaje de salida de Costa Rica?

No, porque estamos en un viaje…

Antes de que termináramos la oración, nos devolvió los pasaportes y nos dijo con total frialdad: Regresen a Nicaragua! Sin pasaje de salida no entra nadie.

¿Quién sigue? Preguntó en voz alta.

Intentar decir una palabra más fue imposible. Teníamos enfrente a un policía de esos que por solo usar un trajecito azul y un distintivo en el hombro se cree dueño del planeta. Entonces nos fuimos a otra fila y una mujer policía con un poco más de amabilidad nos explicó que por ley ningún extranjero puede ingresar a Costa Rica sin pasaje de salida.

El cansancio acumulado, sumado a que era ya de noche nos hizo cometer una de las estupideces más grande de todo el viaje. Ir a la oficina de Tica bus que estaba afuera y comprar dos boletos originales con salida a Panamá City. Digo que fue una estupidez porque ya habíamos leído que se podía presentar uno trucho, o una reserva de un hotel o una online de un pasaje aéreo. Seguramente cualquiera de los cubanos que estaban acostados afuera en sus colchones tenían Internet. Para consolarnos del error decíamos y bueno, al fin y al cabo de todas formas de Costa Rica vamos a salir hacia Panamá, o de última devolvemos el pasaje y listo. Pero esto último no sería posible porque en el dorso del mismo bien claro decía: ticket no reembolsable e intransferible. En el próximo post les compartimos nuestros primeros días en Bahía Salinas, Costa Rica!