El policía que estaba en la frontera reconoció la bandera que llevo en la bicicleta y antes de que le muestre el pasaporte repite sin parar: Argentina, Argentina…
Había recorrido los últimos 20 km de Moldavia pensando en cómo sería este nuevo país (Rumania) ¿Seguiría recibiendo gestos hospitalarios como hasta ahora?, me preguntaba. Se ve que pensé fuerte porque no había pasado ni una hora que una vendedora hizo señas para que detuviera la marcha al costado de la ruta. Pensé que me quería venderme algo, pero me equivoqué. Me estaba regalando una sandía! Mientras veía cómo hacía para guardar semejante regalo una familia que viajaba en auto me dio una botella de agua y se fue tocando bocina. No había dudas de que estaba en la ruta correcta. Pero no todos los caminos conducen a Roma, algunos te llevan a Brasov, Rumania.
Cuando armé el itinerario en Buenos Aires tenía en claro dos cosas: la primera era recorrer en bici destinos por los que no había estado y la segunda visitar la tierra de mi bisabuelo. Lo que no sé es porque no hablé con mi abuelo sobre sus orígenes. Según me contó mi mamá es porque nunca quiso hablar del tema y cuando le preguntaban cambiaba de tema enseguida.
Lo cierto es que estoy en Brasov, un lugar turístico que en verano se llena de energía y de turismo internacional. Por las calles se puede escuchar gente hablando en portugués, italiano, alemán, japonés o español… Llegar a esta ciudad desde Chisenau, Moldavia no fue fácil. El calor y las subidas eternas por los Cárpatos se hizo lento. Por momentos agotador. Pero siempre está la recompensa y el sabor a victoria de haberlo logrado.
Brasov, ubicada en la región de Transilvania, es pintoresca por donde se la mire. Tiene una calle peatonal donde se levantan bares y restaurantes. Es el lugar obligado para caminar a la tardecita cuando no hace tanto calor. Entre sus principales atracciones están: La calle Rope, un callejón, el cual se cree que es una de las calles más estrechas de toda Europa, la iglesia negra de estilo gótico construida en la década de 1380, la plaza central y dos miradores donde se puede apreciar lo pintoresca que es esta ciudad. Desde arriba, después de una caminata de unos 45 minutos, se puede disfrutar de unas vistas magníficas, donde las montañas rodean a las casas con sus tradicionales techos rojizos.
Lo mejor es dejarse llevar por la intuición. Dejar de lado el mapa, la guía o el GPS y experimentar “perderse” por sus calles, porque tarde o temprano encontrarás todo lo que hay por ver. Brasov es un buen punto de partida para ir hasta Rasnov y visitar el Castillo de Bran, más conocido como el castillo del conde Drácula. Pero esa experiencia se las contaré en otro post. Los dejo con más fotos de esta hermosa ciudad medieval.
Como necesitaba descansar de unos días intensos de pedaleo esta vez me alojé por cortesía en el Bed Stage Hostel ubicado en el corazón de la parte antigua de la ciudad.