Desierto Boliviano (56)

Por el desierto de Bolivia

Gyser de Tatio, Chile (2)

Flamencos en las lagunas chilenas

Después de hacer dedo durante tres horas, Juan, un camionero peruano, me recoge en la ruta. Desde el pueblo de Susques (Argentina) hasta la frontera chilena no son más de 60 kilómetros, sin embargo me desplomo a los pocos minutos en el asiento. El ruido de los frenos viejos me hace reaccionar. Estamos en la aduana. Una fila interminable de autos es el índice que el tramite será lento. Me aproximo para conversar con un grupo de motoqueros que viaja por América del sur. Son seis, algunos de Europa y otros locales. Empezaron en Ushuaia y llegaran hasta Colombia. Mientras almorzamos, Juan me cuenta que antes trabajaba en las salinas grandes pero el trabajo era muy duro. “Ahora me dedico al transporte, aunque me mantiene mucho tiempo fuera de de mi familia”. Otra vez en ruta y la inmensidad de la soledad.  Aprovecho para continuar con mi libro de lectura.

Gyser de Tatio, Chile (6)

Gyser El Tatio, Chile

El final llega casi simultáneo al abrazo de despedida con mi compañero. Me bajo a las afueras del pueblo San Pedro de Atacama. El asfalto y el camión se hacen uno en la distancia. Mientras camino por las calles de tierra del pueblo algunos chicos me ofrecen hoteles. Empieza a caer la noche y lo único que necesito es una buena cama. Me decido por uno ubicado en la calle céntrica, cerca de las agencias de turismo y los barcitos. Al amanecer comparto el desayuno con dos rosarinos. Decidimos alquilar unas bicis y salir a recorrer parte del Valle de La luna, donde se pueden ver unas formaciones rocosas extrañamente erosionadas. Es aquí, en esta parte de la tierra donde el promedio de lluvias es el más bajo del mundo. En algunos sectores del desierto no ha llovido por más de 300 años.

Laguna Colorada (28)

Laguna Colorada, Bolivia

Laguna Verde, Bolivia

Laguna Verde, Bolivia

A pesar de contar con la ayuda de una buena montain bike, algunos tramos se hacen muy duros. Recorremos cuevas, dunas, y nos dejamos atrapar por uno de los atardeceres más sorprendentes que jamás haya visto. Al otro día me dedico a consultar precios y opciones para realizar una de las expediciones más tradicionales. Recorrer en 4 x 4 El Tatio y sus gyseres, cruzar el altiplano boliviano para conocer la laguna verde, roja y blanca donde habitan flamencos y guanacos. También sus famosas fumarolas, sus aguas termales y pueblos inhóspitos. El momento culmine es cuando se atraviesa el Salar de Uyuni, el mayor desierto de sal del mundo. Me decido por Atacama Inca Tour, según la gente del lugar, la más confiable. La alarma de mi reloj anuncia las cinco de la madrugada.  Agarro mi equipo de fotografía y me uno al grupo. El chofer de una de las camionetas nos cuenta en el camino que de apoco nos vayamos abrigando. Nos dirigimos a  El Tatio, un campo lleno de gyseres. La idea es llegar antes del amanecer para apreciar las humeantes fumarolas en el altiplano. El cambio de temperatura es abrupto. A pesar de estar en enero, pleno verano, el lugar nos recibe con casi 10 grados bajo cero. Nuestro guía nos recuerda que el agua hierve a altas temperaturas y que tengamos cuidado al caminar por la zona ya que han ocurrido algunos accidentes graves. Por distintas partes las fuentes termales expulsan chorros de agua y vapor al aire. Aprovecho para tomar fotos mientras el amanecer pide permiso. Cientos de turistas contemplan el fenómeno.

Valle de la Luna, Chile (7)

Magnífico atardecer en el Valle de la Luna, San Pedro de Atacama, Chile

Cuando el sol ya entibia la mañana nos juntamos para disfrutar de un buen desayuno. Chocolate caliente, facturas y galletitas dulces. El viaje lo comparto con Fernando un argentino que se escapó de la city porteña y se fue a vivir a Bariloche, una pareja de australianos y dos ingleses. Nuestro próximo destino suena muy grato y divertido. Bañarnos en unas aguas termales en medio del desierto. Llegamos a un pequeño refugio donde nos cambiamos. Algunos festejan el momento con una cerveza, otros con una copa de vino. Yo intento relajarme de mis últimos días de viaje. Descansamos unas dos horas y luego continuamos  el periplo para conocer  las lagunas. La oficina de migraciones  de Bolivia se asemeja más a una casa abandona o un  pequeño refugio de montaña. Después de un largo tramo llegamos a la laguna blanca. En la orilla varias piedras negras hacen de contraste. El paisaje se completa con varios flamencos dispersos por el agua. Desde un punto alto aprovecho para hacer fotos de este lugar único donde las personas se pierden en la inmensidad. Al finalizar el día llegamos a un pequeño pueblo donde nos alojamos en un hotel. Mientras esperamos la cena, un buen asado y fruta, se arma el primer partido de truco. Seleccionamos unos temas de Fabiana Cantilo como música de fondo.

San Pedro de Atacama, Chile (1)

Llamas en los paisajes de San Pedro de Atacama, Chile

Al día siguiente nos internamos en pleno desierto. Después de algunas horas nos detenemos cuando el guía nos enseña gigantescas rocas de distintas formas. La mas sorprendente es “El Árbol”, lugar inevitable para hacer una foto de grupo. Luego de retomar el rumbo hacia la laguna verde, sucede lo inesperado. Se pincha una de las ruedas. “Por precaución siempre viajamos en grupo”, nos dice el conductor. Mientras esperamos el cambio aprovecho para hacer fotos de un volcán lejano, según mi GPS es el Licancábur. A lo lejos distingo unos pequeños puntos de colores que lentamente se acercan. Mi duda se revela cuando advierto que se trata de unos ciclistas. Me cuesta comprender que hacen por estas latitudes. Uno de ellos, un francés, nos explica que están pedaleando desde hace dos meses para llegar hasta el Salar de Uyuni y después continuaran hasta el Amazonas. “En total será un viaje de casi siete meses”. El motor de la camioneta indica que está todo en orden y podemos seguir viaje. Llegamos a la laguna cerca del mediodía. Su verde esmeralda intenso nos deja a todos deslumbrados. Nos bajamos y comenzamos  a caminar por la orilla. En un lugar cercano armamos el almuerzo. El paisaje atrás parece una escenografia. Continuamos viaje hacia la última de las lagunas, la colorada, particular por la gran cantidad de óxido presente en la zona. Ya entrada la noche nos hospedamos en el mágico hotel de sal. Una estructura compacta de bloques de sal ubicado a la entrada del salar (Uyuni). Sus columnas, camas, mesas, todo de sal puro contrasta con los telares y manteles de colores vivos. Una rica sopa típica de Bolivia y unas brochote de llama me hacen recuperar la energía. Camino por los pasillos con la sensación de pisar vidrio molido y me doy cuenta que estar descalzo resulta muy placentero. El destino me lleva a reencontrarme con unos amigos que hice en Perú tiempo atrás. Nos quedamos conversando hasta tarde intercambiando anécdotas de viaje. A la mañana temprano comenzamos a atravesar el salar. Un recorrido de casi 80 kilómetros que terminara en la ciudad de Uyuni. Grandes charcos de agua, que se vuelven espejos se dispersan por todo el desierto confundiendo la ubicación de la línea del horizonte En la primera parada nos detenemos a conversar con los trabajadores locales. Me acuerdo entonces de Juan el transportista, cuando los veo cavar en los pozos bajo un sol demoledor. Les saco fotos a varios y prometo enviárselas ni bien llegue a Buenos Aires. Antes de terminar la expedición hacemos un alto en el cementerio de trenes donde varias  formaciones abandonadas y oxidadas se encuentran allí desde hace años. Nos trepamos a una de ellas, la locomotora principal para recorrer los techos de los vagones. Desde la altura se observan cientos de vías desparramadas en forma de palitos chinos. Más adelante y a lo lejos nos espera la ciudad, nuestro destino final.