Llegar a Guatemala es introducirse en el corazón del mundo maya. Sus asombrosos paisajes esconden costumbres y formas de vida ancestrales. El imponente Lago Atitlan, la pintoresca ciudad de Antigua, las ruinas de Tikal, el mercado dominical de Chichicastenango o un paseo en canoa por el Río Dulce son algunas de las principales atracciones.

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Un campesino pasea por las calles de Antigua

Tikal es distinta a Chichen Itzá, Uxmal, Copán u otro gran centro Maya pues se encuentra inmerso en la misma selva del Petén. Sus imponentes ruinas muestran una geometría sorprendentemente exacta. En la Gran Plaza se encuentran enfrentadas dos pirámides, al oeste la del Gran Jaguar y al este la de los Mascarones, ambas son las mejores conservadas de todo el complejo. Sin embargo desde el Templo Cuatro, o de la serpiente bicéfala, es el lugar perfecto para apreciar la inmensidad de las ruinas. Ruidos, no muy lejanos, de monos, pájaros, entre ellos el quetzal, y otros animales, invitan a quedarse en la cima del templo hasta el atardecer. A un par de horas desde Tikal, se encuentra la ciudad de Livingston. Ubicada a orillas del Mar Caribe, es posible acceder solamente en canoa. A diferencia  de otras ciudades, uno puede encontrar guatemaltecos negros que hablan español y el lenguaje tradicional, Garífuna. Los garifunas son los descendientes de esclavos africanos traídos a América Central hacia fines del siglo dieciocho desde la isla de San Vicente. El estilo de vida de aquí más bien se parece al de Belice, con palmeras de coco, casas pintadas de intensos colores y una economía basada en la pesca y el turismo. Es posible realizar distintas excursiones, como caminar por la selva hasta Los Siete Altares, navegar el Río Quehúeche, hacer snorkel en los Cayos Sapodillas o simplemente disfrutar de unos ceviches frente a la bahía.

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Lavanderas a los pies del Lago Atitlán

Con sus calles empedradas, sus techos de terra cotta y una arquitectura colonial elegante, Antigua es sin lugar a dudas una de las ciudades más antiguas y hermosas de América. Durante 223 años sirvió como capital hasta que fue trasladada a la ciudad de Guatemala en 1776. En 1944, la UNESCO, la declaro Patrimonio Cultural de la Humanidad. El icono más destacable es el Arco de Santa Catarina, ubicado en la 5º Avenida, el cual  sobrevivió al terremoto de 1773. A pocos metros se encuentra la Iglesia y Convento de Nuestra Señora de La Merced, construcción barroca de una belleza sorprendente. La época ideal para visitar la ciudad es durante semana santa. El viernes, día de mayor agitación, hay una procesión que parte de la Plaza Mayor, cargando una pesada imagen de Cristo. Las calles se ven cubiertas de aserrín coloreado, componiendo alfombras geométricas. Bajo una densa humareda de incienso, una banda de músicos custodia la procesión. Las campanas suenas sin descanso. El griterío es intenso.

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Lago de Atitlán

Por los Pueblos de AtitlánEl Lago de Atitlán es sinónimo de paz. Rodeado por verdes colinas y  tres volcanes, Tolimán, Atitlan y San Pedro, invita  a quedarse sin apuros. En sus 128 kilómetros  de extensión se encuentran pequeños pueblos con la peculiaridad que cada uno tiene un nombre de un santo. En Santiago, Maximón es la auténtica deidad local. Su historia proviene de tiempos lejanos, cuando los indios se vieron obligados a transfigurar a sus dioses. Kulkán, la serpiente emplumada, vistiéndose de enemigo adoptó la forma de Maximón. Este complejo dios representa la traición. Es posible recorrer los pueblos en viejas combis, en bicicleta o inclusive navegar el lago de un extremo al otro. Santa Catarina Palopó, es un laberinto de angostas calles y casas de adobe. Una pequeña iglesia pintada de blanco inmaculado es su gran atracción. Como un desfile improvisado, la gente local circula  con sus tradicionales huipiles, colorida túnica, típica de las regiones mayas. La ruta continúa hacia San Antonio Palopó, a unos cinco kilómetros. Desde aquí se puede apreciar una de las mejores vistas de todo el lago. En su orilla, los pescadores ofrecen su mercadería a los comedores del pueblo, las lavanderas ordenan sus pesadas palanganas y los niños juegan con sus perros. Cada pueblo, guarda algún encanto especial. Unos ofrecen masajes orientales, otros insisten en probar sus tortillas de choclo, aunque lo mejor es dejarse llevar por el instinto y vivenciar el ritmo pausado de cualquiera de ellos.

Más que un mercado

Los días miércoles y sábados, comerciantes de distintos pueblos vecinos llegan a Chichicastenango para preparar desde el atardecer uno de los mercados indígenas más impresionantes de Guatemala. Extienden las artesanías, y bajo una gran manta preparan su cena. Duermen a la luz de la luna, en las arcadas cercanas a la plaza, esperando la llegada de  futuros turistas curiosos a la mañana siguiente. Es recomendable llegar temprano para disfrutar del mercado con tiempo, especialmente si se quiere probar algún bocadillo casero en el sector de frutas y verduras. Sin embargo Chichicastenango no solo es conocido por su mercado. Los masheños, como se los llaman aquí, son famosos por su fervor a las ceremonias religiosas. Se pueden presenciar ritos antiguos en la Iglesia de Santo Tomás o en la cercana montaña de Pascual Abaj. Los días domingos se celebran procesiones santas y es día de las cofradías. El mercado finaliza al llegar la tarde cuando la plaza recupera su tranquilidad habitual mientras camiones saturados de gente regresan a sus pueblos.

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Día de mercado en la ciudad de Chichicastenango