Salimos del aeropuerto y el calor sofocante fue como una trompada. Habíamos llegado a El Salvador, destino que ambos habíamos elegido para nuestro recorrido de luna de miel. Ah, pará, no se si todavía te conté que me acabo de casar, sí!! Y este viaje forma parte de este divertido desafío de viajar ahora de a 2. Algo así como: 1 luna de miel, 2 bloggers y 8 destinos por conocer (desde El Salvador hasta Bolivia)
Muchas cosas nos sorprendieron de San Salvador, un país que la mayoría recuerda tal vez por sus años de guerra civil, pero eso terminó en 1992 y otros son los motivos para poner a este destino en el lugar que corresponde. En primer lugar si hay algo que destaca a este país de Centroamérica es la calidez de su gente, la sonrisa pegada en la cara y sus ganas de conversar aunque sea en la parada de un colectivo en plena capital.
En tan solo 24 horas nos pasó de todo. Viajamos en un bus urbano con la música tan fuerte que era imposible conversar, inclusive había que gritarnos al oído cuando queríamos decirnos algo. Más tarde, por esas cosas de la vida, una amiga de Lucila conocía a un fotógrafo local que a su vez conocía al editor de uno de los diarios más importantes del país y de casualidad es un argentino que años atrás trabajaba en El Gráfico. Sin darnos cuenta a la tarde estábamos conversando en su oficina y a la noche en su casa con un grupo numeroso de argentinos. Algunos viven en República Dominicana, otros están de paso por un tiempo y otros vienen a surfear las grandes olas del Pacífico. Pero si hay algo que no pensaba era comer milanesas y panqueques de dulce de leche a pocas horas de haber llegado. Rapidamente supimos que pupusa es uno de los platos tradicionales, algo así como las arepas de Colombia, y de a poco se convierten en una adicción. Frases como “regálame unos minutos”, “a la orden”, “dos coras un CD” o “que chiva su foto Sr.” van siendo parte de nuestra cotidianeidad.
Pero los más extraño sucedió a las 5.46 de nuestra primer noche cuando la cama se empezó a sacudir con violencia. Tal vez porque estábamos demasiados cansados no nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. Fue a la mañana conversando con Cecilia quien nos abrió las puertas del Hotel del Escalón Morrison para hospedarnos unos días quien nos dijo que había habido un fuerte sismo que sacudió a todo el país. Ninguno de los dos había estado en una situación similar y la verdad que fue increíble sentir de cerca lo frágiles que somos ante la naturaleza. De a poco le vamos tomando el ritmo a El Salvador, un país que mira de reojo constante a USA. Y se nota no solo porque la moneda oficial sea el dólar, la gente use muchas remeras con la bandera de yankilandia, coma en Wendys, Mc Donald o Pizza Hut sino porque las estadísticas marcan que en Estados Unidos viven unos 2 millones de salvadoreños! Algunos llegaron allá escapando de la guerra y por supuesto, nunca más regresaron.
Ahora nos escapamos de los calores de la capital y salimos a recorrer la famosa Ruta de las Flores, donde las pinturas, graffitis, calles empedradas y una temperatura mucho más fresca pareciera ser el lugar ideal para continuar con el viaje. Pero eso seguramente será pare del próximo post donde les compartiré el día que me tropecé y terminé totalmente desparramado por el piso ante la mirada curiosa de todos los locales de Concepción de Atajo. Y ahí aprendí lo que ellos llaman “sobar”