Querida Amalia y Federico: esta carta no les llegará al buzón del Chalet “La Paz”, sin embargo sé que de alguna manera la podrán leer. Es difícil expresar que se siente estar parado con la moto mientras miro el portón de entrada de lo que una vez fue su casa, nuestra casa de veraneo durante tanto tiempo. Me parece increíble que 40 años atrás también estaba acá con mis hermanos saliendo de cabalgata por el campo.

Chalet La Paz, el lugar de veraneo de mi infancia

Pero les quiero compartir otras sensaciones que tuve cuando venía en la ruta con “La Curiosa”, como así se llama mi moto con la que estoy recorriendo Argentina. Algo que me llamó la atención fueron las sierras, ver a lo lejos como el horizonte empezaba a transformarse fue especial. Recordé entonces cuando papá tocaba la bocina del Citroën 3CV como señal de triunfo, de haber llegado, porque viajar los seis, sin aire acondicionado desde Buenos Aires con el calor del verano era todo un desafío.

En un parador detuve la marcha y puse la cámara que llevo en el caso a filmar. Quería registrar qué se siente volver a ser niño. Quería registrar la última curva, esa que dejaba al descubierto la terminal de ómnibus donde nos iban a buscar cuando no viajábamos en auto. Miré hacia la izquierda y encontré el bar donde nos llevabas a desayunar. “No hay nada más lindo que ver la vida pasar detrás de un vidrio mientras se toma una café con leche con medialunas” repetías al inicio de las vacaciones.

La ansiedad por querer ver todo rápido por suerte no ganó la pulseada. A paso lento llegué hasta la calle Belgrano, doblé en Rivadavia y avancé hasta la esquina donde Polo Campo tantas veces nos había alquilado caballos. Me pareció escuchar sus eternos reclamos: “No me lo galope, no me lo galope”, decía mientras terminaba de poner la montura a “Estrella”, mi preferido. Tomé aire, respiré profundo y subí por la Avenida Argentina. El asfalto dio lugar a la tierra y la curva se hizo lenta por los charcos de agua de una tormenta pasajera. Y ahí, con la fachada cambiada estaba el cartel “Chalet La Paz”.

Por un instante dudé en tocar el timbre. No tenía claridad si debía o no ver cómo había sido reformada por dentro. Tomé coraje, toqué bocina y esperé. Nadie salió a mi encuentro, ni siquiera cuando me animé y toqué el moderno timbre. Tal vez deba quedarme con la intriga y creo que será mejor así, recordarla tal como fue.

La Cumbre siempre será ese lugar con perfume a pino, el de las caminatas con el tío Jorge a la lomita (ahora invadida por cabañas y turistas), será la aventura de robar moras a los vecinos y ensuciarse las manos, la sopa de verduras en invierno mientras veíamos el noticiero de canal 13. La Cumbre será el jardín lleno de lavanda, los árboles frutales, el ruido de los ventanales golpeando por el viento, el agua helada de la pileta, el bargueño con licores, cartas y dados despintados o cruzar el campo de golf para llegar más rápido al centro.

La Estancia del Rosario, donde comí los alfajores glaseados más rico de mi infancia

Vista del campo de golf desde la confitería

Salón principal del golf

Y a pesar de que parte del camino que lo rodea esté asfaltado, que las cabalgatas salgan de otro lugar, que el supermercado no se llame más Catalano y no hayan kartings en la plaza del pueblo, La Cumbre siempre será sabor a infancia.

Antes de partir me acerqué hasta El Chorrito. De la mochila saqué unas facturas, me senté al lado del río y me quedé escuchando el ruido del agua pasar. Cerré los ojos, los lloré en silencio y agradecí por haberlos tenido tanto tiempo. Los extraño, Esteban

Disfrutando de El Chorrito durante la última merienda

Entrada al Balneario y sus piletas municipales

*Me hospedé por cortesía en la Posada San Andrés. Rosana y Daniel, sus dueños te hacen sentir como en tu casa. Destaco de este lugar su tranquilidad, la paz que tiene su inmenso jardín, el abundante desayuno con mermelada casera y el agua fresca de la pileta en los días de calor. Hay parrillas, cocheras y wifi.

Reservas: [email protected] / 03548-451165 / 03548 15562927 / 15562465 (WhatsApp) www.posadasanandres.com

Increíble lugar para nada

Vista de la Posada San Andres, una casona de 1929

Una de sus galerías

Habitación Dalia, mi lugar de descanso en La Cumbre