Apenas puse un pie en el ferry FRS que me llevaría desde Tarifa, España a Tánger, Marruecos empecé a experimentar cambios emocionales. Me costaba procesar todos esos miles de kilómetros atravesando Europa del Este. Me costaba asimilar cuánta gente generosa había encontrado en el camino y no olvidarla. Mientras el ferry hacía sus primeros movimientos en esas aguas divididas entre el Atlántico y el Mediterráneo yo seguía pensando en lo vivido y en lo que vendría.
A pesar de haber estado en Marruecos en el 2013 me sentía como si fuera la primera vez. Es que viajar arriba de una bicicleta es totalmente distinto. Obviamente, cada medio de transporte es distinto. Viajar en tren, en bus, en barco, a dedo, caminando, en moto, etc, no tiene nada que ver uno con otro, pero de todas las formas que he experimentado la bicicleta genera tanta empatía que es difícil de describir. Este primer país del norte de África me había tratado de maravillas varios años atrás, pero cómo sería ahora?
Mientras dejaba fluir la respuesta sabiendo que llegaríamos en menos de una hora (tiempo que dura el viaje) entendí que Europa se había convertido en mi zona de confort. Ese bendito espacio que todos buscamos de una u otra manera, estando fijo o en movimiento. Le había encontrado el ritmo a las rutas, a cuándo y en dónde descansar, en cómo conseguir sponsor para dormir por canje, en cómo crear situaciones con desconocidos o qué hacer si pasaba cerca de un estadio de fútbol. Me había “adueñado” de los nombres de los supermercados para encontrar sabores parecidos a los de Argentina, me sabía de memoria las estaciones de servicios donde podía conseguir wifi o como desafiar los límites en subidas interminables. Entendí que la palabra PACIENCIA es la mejor amiga de este viaje.
Una llovizna suave pero persistente pegaba contra el vidrio. Tal vez el mal clima y las nubes negras no fueran la mejor compañía para ese momento de melancolía. Sin embargo a esta altura son consiente que los factores externos influyen un poco pero que la causa de cómo nos sentimos es interna.
El ferry seguía avanzando y mi confusión también. Por un momento dudé si se me habían ido las ganas de seguir viajando. ¿Estaría necesitando un descanso? No tenía en claro la respuesta. ¿Me habría jugado en contra detenerme tantos días en Barcelona y Valencia para ver amigos y familiares? Tampoco tenía la respuesta. Lo que sentía era una sensación extraña por haber terminado una gran etapa, de haber viajado de una manera diferente por países diferentes. Eslovenia se había convertido en el país número 96 en esta vuelta por el mundo. Esto de cumplir el sueño de llegar a los 100 países se cumplirá en África. ¿Tendrá que ver con eso mis altibajos emocionales?
Mis pensamientos y conversaciones internas se interrumpieron cuando se acercó un tipo de unos 65 años y en un claro español me dijo: ¿Traés mate? Me sorprendió su pregunta y más aún saber que era de Uruguay y estaba casado con una alemana. Oscar dejó Montevideo hace más de cuatro décadas y ahora, ya jubilado se dedica a disfrutar de la vida viajando en una camper. Gracias a él las alforjas se hicieron más livianas cuando me compró los dos últimos ejemplares que llevaba de mis libros.
¡Llegamos a Tánger!, se escuchó por un parlante. En cuestión de segundos todos los pasajeros se levantaron de sus asientos y empezaron a marchar hacia las escaleras. Afuera la llovizna se había convertido en lluvia. El no recordar cuándo había sido la última vez que había pedaleado con lluvia significaba que había sido hace bastante. Desaté la bicicleta, mostré el pasaporte con el sello de entrada que nos había dado arriba en el ferry y me fui del puerto a paso lento.
Atrás dejaba un continente que había explorado de norte a sur. Atrás dejaba cientos de amigos y experiencias maravillosas. Ahora me tocaba pedalear otro norte-sur. El de la costa oeste de África. De a poco me fui metiendo en el corazón de la medina de Tánger. Mientras esquivaba burros, puestos ambulantes, vendedores de mandarinas, taxis y niños jugando al fútbol un marroquí gritó “Vamos Argentina”. En ese instante se me puso la piel de gallina. Que mágico era que alguien reconociera los colores de una bandera de 18×24 cm que llevo en el mástil de la bici. Antes de llegar al hostel un conductor tocó bocina para darme ánimo (creo yo) por pedalear bajo la lluvia.
La primera noche en Marruecos me fui a dormir temprano dejando de tratar de entender mis confusiones emocionales para dar lugar al disfrute y a la gratitud por todo lo vivido hasta ahora. Di un par de vueltas más en la cama recordando que el próximo gran paso será cruzar el Sahara Occidental y llegar a Mauritania, pero para eso faltan más de 2.300 km de aventuras.
INFO: el viaje en ferry por la empresa FRS cuesta 39 euros. El viaje dura 50 minutos y tiene varias frecuencias, tanto de ida como de regreso. Los trámites de inmigración se hacen arriba durante el viaje. El ferry tiene cafetería con precios razonables. Si bien compré el pasaje el día anterior, en época de baja temporada se puede comprar perfectamente el mismo día y un rato antes de la hora de salida. También hay puertos en Algeciras, Valencia o Barcelona. Les comparto este video del día del cruce y de los primeros km por Marruecos.
En Tarifa me hospedé por cortesía en Ohana Tarifa Hostel. La limpieza, su decoración, los detalles en los espacios comunes, buena conexión a wifi son de lo mejor. Jesús quien está a cargo del hostel te puede brindar toda la información que necesites. Está muy bien ubicado, a unos minutos a pie del puerto.
En Tánger dormí en Tanja Lucía Hostal, en plena medina y con muy buenos precios. Tiene wifi, cuartos compartidos y cocina. En el último piso hay una terraza increíble donde se juntan los viajeros a compartir historias y cervezas.
En Oualidia descansé como un rey en La Sultana, un resort 5 estrellas con playa privada, terraza con jacuzzi y un comedor con acuario propio. Sin lugar a dudas uno de los mejores lugares de todo Marruecos. Destaco la amabilidad del personal, la limpieza y tranquilidad para descansar. Su desayuno es increíble.
En Essaouira, donde ya había estado en 2013 descansé por cortesía en el Riad Aylal, ubicado en el corazón de la medina. Hassan, y todo su equipo son encantadores. Muy buena conexión a Wifi en las habitaciones, terraza y sala de estar. Desayunar con pan francés y mermelada fue el mejor regalo antes de seguir viaje.
Y en este video les comparto lo que fue una semana más de pedaleo por Marruecos camino a Mauritania.