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Amanecer en Yazd

Esta historia comienza en la ciudad de Yazd. Acá es donde conozco a Coco y Antonio, dos españoles con los cuales viajo durante el resto de mi travesía hasta el Golfo Pérsico. Nos une el buen humor, hacer dedo por rutas polvorientas, dormir en la calle y disfrutar cada minuto como si fuera el último. Tres mochileros barbudos con los mismos códigos y en busca de adrenalina son la formula fórmula perfecta. Y ustedes son hermanos o amigos de la infancia? “No, pero casi”, responden en simultaneo. “Nos conocimos en el Mar Caspio hace unos pocos días”.

Coco, el más joven, dejó su cómoda casa en Madrid para salir de aventuras por el resto de Europa, pero su habilidad con la guitarra, la debilidad por las mujeres de otros países y demás objetivos lo llevaron hasta el último rincón de tierra en Turquía. “Fue allí en un monasterio que decidí empezar a conocer el mundo y con solo 21 años ésta aventura, recién comienza”.

El caso de Antonio es diferente. El es productor de música en Barcelona y después de muchos años de trabajo y ahorros decidió concretamente recorrer todos los países del planisferio en 4 años. “Ya recorrí Europa y los países de África. Ahora, es el turno de Medio Oriente y Asia”.

Un conductor poco convencional

Sobre el asfalto los frenos del camión rugen como un león entrado en años. Con dificultad nos trepamos y nos acomodamos en la doble cabina. Nuestro conductor, un iraní rebelde de pelo largo y rastas es nuestro cómplice para compartir los próximos 460 kilómetros con destino a Persépolis. Mientras maneja escucha Redemption Song, de Bob Marley  con los auriculares puestos. Nos lleva unas ocho horas completar el viaje y con gran preocupación nos deja entrada la noche al costado de un cruce cerca de la ciudad. Nos aconseja cuidar bien el dinero, el pasaporte y nos recuerda que allí, no hay hoteles.

En vano vamos preguntando por un “mosaferkhune”, un lugar para dormir en dialecto persa, pero nuestro conductor tenía razón. No hay un solo lugar donde alojarse. Como siempre la gentileza iraní no se hace esperar. Un chico nos ofrece pasar la noche en la casa de su primo. Para un taxi, sube nuestras mochilas atrás y habla con el conductor. Entramos en desconfianza cuando vemos que el no viaja con nosotros. Será posible que el ser humano de esta parte del mundo sea tan estructurado que lleve a tal pensamiento. Sin embargo, a los tres nos paso algo similar y discutimos si continuar o no con el viaje propuesto por este desconocido. Aceptamos el reto!

Ni bien llegamos somos recibidos por el padre de familia, el tío del chico que conocimos en la calle. Nos ofrecen darnos un baño caliente antes de la cena. Un poco más decentes nos sentamos en ronda. Uno de sus hijos muestra con orgullo su instrumento de percusión tradicional, pero su música se interrumpe cuando llegan las pizzas caseras. De estar vagando por las calles y a punto de dormir al pie de un árbol nos encontramos en un verdadero paraíso. Me siento culpable de mi pensamiento débil y de haber desconfiado sin motivos. La charla se extiende hasta entrada la noche mientras cada uno comparte con la familia sus anécdotas de viaje. Como un poco de fruta y apago la luz de la habitación. Desde el primer piso se escucha el murmullo persa de los chicos que juegan y, como el volumen de una radio que se apaga lentamente dejo de escucharlo hasta quedarme dormido.

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Buscando alojamiento al caer la noche

 A los pies de un pasado histórico

Otra vez en la ruta. Las mochilas al costado del camino. Coco se sienta en una de ellas mientras toca la guitarra. Antonio, se dedica a investigar en un mapa cual es la mejor dirección para alcanzar Persépolis, aquella ciudad construida por Darío I hacia el 512 a C. y conquistada por Alejandro Magno quien decidió continuar con la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos, bajo el liderazgo de Macedonia, contra los persas. Creo que cuando uno viaja por estos países llenos de historia alcanza un momento donde pierde dimensión de lo que realmente vive. Reconozco que me pasa algunas veces, es cierto, aunque en este caso logro despegarme de ese estado y vuelvo a ser consiente de lo que estoy por conocer.

Nuestro objetivo está a un poco menos de 200 km. No llevo el promedio de espera, pero por nuestras experiencias nunca es superior a los cinco minutos. Coco no ha llegado a empezar la segunda canción que una camioneta que transporta algunas ovejas se detiene por nosotros. Nos acomodamos como podemos y continuamos con el viaje. “Oye tío, me pasas esa bolsa con ropa”, me dice Coco. Este español es un verdadero personaje desprejuiciado de todo. Ata una soga a un caño y cuelga su ropa lavada aún húmeda. El viento batalla contra un par de medias, un jean, y algunas remeras que intentan zafar ante tal cómica situación.

La enorme ventaja de madrugar y llegar a Persepolis temprano es evitar las manifestaciones estudiantiles que llegan a gran escala. Iniciamos el recorrido por la escalera principal hasta llegar a la Puerta de las Naciones. Después visitamos la Sala de Audiencias de Darío y el Palacio de las 100 columnas. Me siento a los pies de una. Enfrente, una cabeza enorme de león me mira fijo. Me sonrío y me acuerdo de mi profesora de historia del secundario molesta por que no se que es Tripylon. Me gustaría llamarla y decirle que estoy justo allí, en la Sala de Concejos, en el punto central de Persépolis. Nos lleva casi toda la mañana recorrer esta ciudad histórica y entre los tres acordamos que es momento de alejarnos de toda inquietud por ver ruinas, mezquitas, palacios o seguir el consejo ideal de la guía. Nuestro deseo es un solo: descansar en alguna playa del Golfo Pérsico. Si queres viajar a Irán, Irak o Afganistán en este link están los consejos útiles de como lograrlo. https://unviajerocurioso.com/2014/06/23/consejos-utiles-para-viajar-a-afganistan-iran-e-irak/

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Las niñas de un colegio primario disfrutan de un día de sol en las playas del Golfo Pérsico