MIEDOS: algo a lo que no podemos escapar, pero si enfrentar!
El avión despega y atrás dejamos nuestra conocida zona de confort, pero si buscamos como si uno fuera un detective que intenta resolver un crimen encontraríamos detalles que son las mejores pistas. Las de nuestra propia vida.
Con el correr de los años descubrí que hay tres causas que llevan a una persona a no cumplir sus propios sueños. El primero son los miedos. El segundo son los miedos y el tercer factor y más importante, son los miedos. No creas que el teclado de la computadora se trabó y repitió lo mismo. Los miedos, a veces, paralizan, y eso lleva a perder una gran oportunidad para tener una experiencia única.
A los miedos se los puede clasificar en primer lugar en dos. Por un lado están los miedos ajenos, que son los peores. Son los miedos de nuestros amigos, de nuestros papás, son los miedos de la sociedad en la que nos movemos comúnmente. ¿Miedo a qué? A que no cumplas con lo que se supone que tenés que hacer a cierta a edad, porque pareciera que el entorno nos obliga a hacer algo según la edad que tenemos. Nunca entendí porque a los 25 años por ejemplo se suponía que tenía que haber pasado por la universidad, haber hecho una carrera importante, estar casado, haber comprado una casa o un auto 0 km.
Los miedos ajenos también se encargan de decirnos que viajando mucho tiempo dejamos de hacer un master o postrado importante para nuestra carrera, que nos pueden matar, secuestrar, que nos podemos perder, que nos pueden robar, bla, bla, bla. Pero esas son las preocupaciones de los otros y si nosotros estamos seguros del proyecto que estamos enfrentando no deberían influenciarnos. Julia Cameron, en su libro “El camino del artista” habla del círculo protector donde debemos incluir en él a quienes nos acompañan y cuidan de los que no lo hacen.
Hablemos ahora de nuestros propios miedos, que son reales, que existen y están presentes en todo momento. ¿De qué podríamos tener miedo si por ejemplo estamos por salir a dar la vuelta al mundo o comenzar un viaje sin fecha de regreso?
Es lógico tener pensamientos como: ¿Y si no me alcanza la plata? ¿Cómo voy a hacer para comunicarme en una aldea con los nómadas? ¿Y si extraño? ¿Y si estoy solo? ¿Y si el viaje fracasa? Uf, esa palabra, que fuerte suena: EL FRACASO. El músico Miles Davis decía que no existe el error, que no hay fracaso, que todo forma parte de un proceso, de una búsqueda. Por eso, si tu viaje iba a hacer de diez meses y terminó siendo la mitad, no está mal, no fracasaste, simplemente que estabas preparado para un viaje más corto.
Muchos no le temen a la partida, otros no le temen al viaje pero si al regreso. Porque todo parece ser muy lindo cuando dejamos nuestra vida armada para salir a aventurarse por el mundo, tener experiencias nuevas, aprender de otras culturas, comer platos diferentes, pero, ¿y al volver? ¿Cómo hacemos para insertarnos otra vez en donde estábamos? Existe y es verdad eso de sentir una especie de vacío al regresar y es comprensible, porque esa adrenalina viajera desapareció. Nos despertamos en un lugar “común”, sin nada por descubrir, muy distinto a las dunas que veíamos por el desierto de África, por ejemplo.
Uno de los miedos más comunes es si vamos a poder conseguir trabajo de lo que hacíamos antes, aunque muchos se plantean que ya no quieren trabajar en esa oficina ocho horas seguidas con ese grupo de gente, con ese jefe, en ese edificio moderno y aburrido. Entonces ¿cómo empezamos esta nueva etapa? Está comprobado que todos tenemos habilidades, que todos somos capaces para algo, pero además están esas habilidades dormidas, pasivas, que tal vez ni siquiera nosotros sabemos que la tenemos. Esa conocida frase que dice “Ante la necesidad nace la creatividad” es tan cierta como efectiva.
Viajando conocí un montón de personas que por diversos motivos tuvieron la necesidad de empezar con algo nuevo. Recuerdo a Juan, de Guatemala, que un día se dio cuenta de que había perdido toda su plata en una caminata por el Lago Atitlán. A pesar de preguntar a cada uno de los habitantes del pueblito de San Marcos nunca encontró el dinero. En vez de deprimirse y bajar los brazos, se fue hasta la capital, compró pinceles, acuarelas y papeles en una librería y se puso a pintar. Era algo que jamás había hecho, pero él estaba decidido a generar un ingreso. De esa manera descubrió una habilidad escondida y gracias a su arte logró llegar hasta México vendiendo cuadros.
Tal vez encuentres que podés tocar un instrumento, atender la recepción de un hostel, cocinar en un bar, diseñar páginas web, hacer traducciones, o pintar, como hizo Juan. Tener miedo es lógico y además está bueno, porque significa que estamos por comenzar algo diferente, que vamos por un desafío mucho más grande, que salimos de nuestra conocida zona de confort. A lo que debemos prestar atención es qué hacemos con ese miedo. ¿Sos de los que se paralizan, de los que se escapan poniendo excusas? O al revés, ¿te enfrentás a ese miedo y buscás la forma de derribarlo?
Antes, durante o después de un viaje, siempre hay miedos, incertidumbre. Lo mejor es no pretender tener todas las respuestas.
Si querés hacer un viaje largo y estás buscando cómo auto-sustentar tu recorrido te invito a leer este post haciendo clic ACÁ.