Cuando llegué a la estación de servicio en medio del Sáhara Occidental eran un poco más de las seis de la tarde. Era la única construcción en un radio de 90 km desde donde había venido y otros 100 km hacia delante. Para muchos las estaciones de servicio son un punto de descanso pasajero. Mientras el empleado carga el tanque de nafta el conductor acostumbra a ir al baño, rezar en la mezquita que está a pocos metros y comprar alguna bebida fresca para calmar el calor, aún cuando estamos en invierno.

En ruta, unas horas antes de llegar a la estación de servicio donde me caí y rompí el ligamento del pie derecho

Pero para los que viajamos en bicicleta, una estación de servicio es la salvación. Se convierte en un refugio digno donde pasar la noche, en un punto de encuentro con otros viajeros, en una parada obligada donde tomar un té con menta y conocer más de cerca la hospitalidad saharaui.

–Ahmed, puedo dormir adentro del bar esta noche?, pregunté al encargado del “bar”

–Sí, no hay problema, respondió con una sonrisa. Solo debes esperar a que cerremos.

–Y a qué hora cierra el bar y la estación de servicio?

–A las 2 am

Su respuesta fue más dura que todo el viento en contra que había tenido el día anterior. Esperar unas siete u ocho horas para ir a descansar era una eternidad. Sin embargo lo tomé con paciencia, esa palabra que debe ser una amiga inseparable cuando se viaje en bicicleta y más en tierras africanas.

Durante ese tiempo aproveché para hacerme masajes en los músculos cansados, a descargar las fotos de la cámara, a editar el próximo video, a mandar mensajes de whatsapp, a responder mails atrasados, a ordenar las alforjas, a limpiar la cadena de la bicicleta, a escribir post para el blog, a organizar la ruta hacia Mauritania, etc, etc. Digamos que fue la ocasión perfecta para hacer de una estación de servicio una oficina improvisada.

No recuerdo cuánto tiempo estuve sentado con el pie derecho en la misma posición pero debe haber sido bastante. En un momento me levanté para ir al baño y apoyé bastante mal el pie (adormecido). Un ruido extraño en medio de un silencio absoluto acompañaba mi caída repentina. Desde la otra punta del bar, Ahmed salió corriendo para levantarme. Mi cara de dolor fue el mejor lenguaje para que supiera que algo malo había pasado. El pie se empezó a hinchar a la velocidad de la luz, clara señal de que algo estaba roto.

–Ahmed, necesito hielo urgente, le dije entre lágrimas ocultas

–¿Hielo?, repitió en voz alta varias veces como si estuviera pidiendo un imposible. Y lo era.

–Acá no tenemos hielo my friend

 Para ahorrar energía en muchos lugares apagan las heladeras por lo que todas las bebidas de vidrio estaban igual de calientes que una sopa.

Esperar hasta las 2 am se hizo una eternidad y dormir bien fue una utopía. A las 6 am volvieron a abrir la estación de servicio y el bar. El ruido de los motores de los camiones y del grupo electrógeno hicieron de despertador improvisado.

Para muchos la soledad del desierto asusta, sin embargo es el mejor espacio para conectar con nuestro propio viaje interior

Ese día tenía una misión: llegar hasta la laguna de Dakhla, ubicada a 85 km, camino hacia Mauritania. Allí me encontraría con Natalia y José, una pareja de argentinos que viajan y viven en una autocaravana. Todavía faltaban dos horas para que amaneciera. Me senté en una silla afuera del bar y en medio de la oscuridad pensé cuál sería el mejor plan. Solo había dos opciones:

  1. Esperar a que una camioneta me llevara hasta la rotonda de Dakhla y de allí pedalear solo 14 km hasta la laguna
  2. Pedalear los 85 km con el pie inflamado, con dolor y sin hielo durante unas 9 horas.

Esperé un rato largo mirando una ruta oscura y vacía. Durante ese tiempo lo único que pasó fue una camioneta cargando camellos, dos camiones con acoplados, una moto y nada más.

Bajo ese panorama no muy alentador decidí poner las alforjas y a paso lento, muy lento, emprendí el viaje. El universo quiso ayudarme un poco con un suave viento que por momentos llegaba del norte. Y por más mínima que sea esa brisa que llega desde la espalda hace que el pedaleo no sea tan duro. Mientras pedaleaba acompañado por las suaves luces del amanecer intentaba no pensar en todos los kilómetros que faltaban. Trataba de mantener mis pensamientos en cosas positivas, en las increíbles experiencias de hospitalidad que había tenido en todo el viaje y en sonreír a pesar del dolor para engañar al cerebro de que todo estaba bien.

Llegué a Dakhla a las 4 de la tarde y lo primero que hice fue preguntar a mis amigos si tenían hielo. Ni ellos, ni ninguna de las 35 autocaravanas que estaban en el parking tenían hielo. Tampoco el restaurante que está en la playa. Conseguir hielo en medio del Sáhara Occidental se estaba convirtiendo en una misión bastante complicada.

Mientras contactaba al seguro para ir a un hospital y sacarme una radiografía, mi gran amigo José Gallo (médico rosarino) empezaba a darme las indicaciones precisas para hacer una recuperación en tiempo record. La visa de Mauritania tiene entrada para el 8 de enero de 2020 y todavía estoy a unos 350 km de esa frontera.

Tiempo sugerido para una buena recuperación: 3 semanas

Tiempo disponible real: 8 días

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Recuéstese en esa camilla que lo voy a revisar, dijo el doctor del Hospital Militar de Dakhla en un español entremezclado con francés y árabe. A los pocos minutos vino con la radiografía. Mientras el enfermero y el médico discutían si había fractura del 5º metatarsiano, además de la rotura de ligamentos, llegó el jefe de traumatología. Según él solo había rotura de ligamentos por lo que podía seguir viajando a futuro después de una muy buena recuperación.

En el Hospital Militar de Dakhla

Reposo y hielo en la autocaravan de los argentinos. Aguante Rosario!!

No hay fractura! la mejor noticia

Por whatsapp amigo rosarino volvió a estudiar la radiografía y confirmó que solo era cuestión de ligamentos. Lo único que podes hacer para recuperarte es reposo estricto. A la salida del hospital conseguir hielo fue tan duro como pedalear en el desierto con 45º C y viento en contra. Nadie tenía hielo. Ni los pescadores del puerto, ni los bares, ni restaurantes, ni los mercados callejeros, farmacias, hoteles o locales de comida. Finalmente conseguimos una sola bolsa de hielo en un supermercado, lo que permitiría al menos hacer algunas sesiones para empezar a bajar la inflamación.

Desde el 25 de diciembre (día del accidente) hasta hoy, 3 de enero mis prioridades cambiaron por completo. Mañana  temprano saldré nuevamente a la ruta a pesar de no estar 100% recuperado, sin embargo confío en que todo va a estar bien. Increíbles aventuras se vienen en Mauritania. Más desierto, tomar el tren de hierro (el más largo del mundo con 3 km de vagones), tormentas de arena, etc.

Con José y Nati, los argentinos que me ayudaron a que este momento sea más llevadero

Relax? no! haciendo reposo y poniendo el pie en el agua fría a cambio de no conseguir hielo.

Algunas conclusiones que hago sobre lo que pasó

  • Que podremos tener mucha plata. Inclusive podremos tener todo el tiempo del mundo para hacer lo que deseamos, pero sin salud no podremos ir a ningún lado.
  • Que la hospitalidad genuina y desinteresa es la gran aliada en los viajes. Siempre habrán desconocidos dispuestos a ayudarte porque el mundo está lleno de almas generosas
  • Que las cosas pasan por una buena razón, más allá de que no las podamos ver en el momento. Recuerdo cuando me enfermé hace unos años de malaria en Uganda y por volver antes de lo esperado a Buenos Aires conseguí trabajo en una prestigiosa revista de viajes
  • Que estas situaciones, especialmente cuando estamos quietos, son un gran espacio para la reflexión.
  • Que las dificultades fortalecen, enriquecen y siempre son un aprendizaje

¡GRACIAS!

Hay tantas, pero tantas personas acompañándome en este momento que me emociona.

Gracias a Natalia y José por cocinarme todos los días en su caravana, por los remedios, por los mimos, por el colchón para que duerma mejor en la carpa.

A José, por estar atento a la distancia desde Argentina dando indicaciones médicas todos los días.

A Víctor, un portugués quien me llevó al hospital, me invitó a comer, compró el hielo y me trajo analgésicos en crema.

A Luisa y René, una pareja de Alicante por la venda elástica

A todos los que trabajan en el bar de la playa por la conexión a wifi y las charlas compartidas

A mi hermana Laura que se que a la distancia me extraña mucho y me desea lo mejor